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Bioética en Gijón

La necesidad de la reflexión moral a la hora de acometer una disciplina en auge

La bioética entendida como moral de la vida está de moda y de plena actualidad pero se habla, con frecuencia, desde posturas políticas, como la ideología de género, que poco tienen que ver con ella, sino que suponen en la práctica su negación, por ser más un programa de acción política que una reflexión moral con base en principios verdaderos contra los que no se puede argumentar, tales como que la vida es el derecho fundamental del ser humano contra el que nada pueden ni la ciencia ni la técnica; que ninguna persona puede ser manipulada ni utilizada como medio para nada; o que nadie tienen derecho sobre los concebidos y no nacidos para utilizarlos con fines experimentales.

Durante cuarenta años la bioética ha desarrollado un amplio corpus doctrinal y se ha convertido, y ha llegado a ser una de partes más desarrolladas de la moral, que en la actualidad tiene nuevos retos, que plantean los progresos de la biología, ciencia que está viviendo una auténtica revolución por los descubrimientos científicos de los últimos 50 años relacionados con aspectos bioéticos de la medicina. El IX Congreso mundial de bioética, que se celebra en Gijón desde ayer, se centra en un problema social y legal muy grave como es la violencia contra la mujer, y al que no se le puede atajar sólo con medidas legales y policiales sino con consideraciones morales y teologales que pongan en evidencia y sin complejos la dignidad absoluta de la mujer en todo igual a la del varón, que nunca puede ser esclava sino compañera, porque varón y mujer son creados a imagen y semejanza de Dios. Además toda vida humana es bien social, un bien de la comunidad por la tanto la violencia contra la mujer es un atentado contra la justicia social y contra el bien común que es la dignidad de toda persona humana.

En este sentido es necesario no sólo desde el punto de vista moral-ético, sino también cultural lograr una mayor coherencia legislativo-educativa en la sensibilización de las nuevas generaciones. No se puede, por ejemplo, estar en contra de la violencia contra la mujer y al mismo tiempo considerar que el aborto es un derecho; o utilizar los fetos y embriones como si fueron objetos para la experimentación médico-científica. Por eso es necesario no solo ética sino también culturalmente, lograr una mayor coherencia en la sensibilidad y valoración moral de la dignidad de la mujer, contra la que está la esclavitud de los úteros del alquiler. Este compromiso por la dignidad de la persona humana mujer ha sido abiertamente proclamado por el Concilio Vaticano II: "Cuanto atenta contra la vida -homicidios de cualquier clase, genocidios (?)-, cuanto viola la dignidad de la persona humana, mutilaciones, las torturas morales y físicas, las condiciones infrahumanas de vida, la trata de blancas y de jóvenes; las condiciones laborales degradantes que reducen al trabajador al rango de mero instrumento de lucro (?) todas esas prácticas y otras parecidas son en sí mismas infamantes, degradan a la civilización humana y deshonran más a sus autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias al Creador".

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