En diciembre del año 2007 apareció publicada en el Boletín Oficial del Estado, BOE, lo que oficialmente es la "Ley 52/ 2007 por la que se reconocen y amplían derechos y se restablecen medidas a favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la Guerra Civil y la Dictadura". Nombre simplificado por todos como "Ley de la Memoria Histórica".
Dentro de ese concepto de memoria de la Guerra Civil y la dictadura están los lugares de memoria. Sitios como los campos de concentración; como las cárceles, en Gijón la de El Coto, y además la plaza de Toros de El Bibio y también muchas fábricas que fueron habilitadas como cárceles provisionales. Otros lugares de la memoria son los puertos, como El Musel por ejemplo.
Sitios que representan drama y dolor, como también fueron en otras partes de España los lugares fronterizos. Lugar de fuga masiva y desesperada fue El Musel, ante el peligro que suponía para los republicanos quedar en Gijón en septiembre y octubre de 1937, hace ahora 79 años. Un temor bien fundado.
El puerto del Musel es uno de los lugares donde se encarna la memoria histórica de la ciudad. Al espectáculo que suponemos impresionante de colas de ciudadanos -hombres, mujeres y niños- recorriendo en muchas ocasiones a pie la distancia entre Gijón y su puerto, se unían los barcos que allí estaban y su aglomeración. Dolor y trauma de los vencidos.
Hoy en El Musel nada es igual que cuando la Guerra Civil acabó en Gijón. Casi ningún edificio de aquellos se conserva, y casi nadie vive para contar como protagonista esas tragedias. Pero aun así, sin restos materiales de aquellos tiempos salvo algunos muy modificados espigones, el puerto gijonés es un lugar de memoria.
A veces se suele definir a estos lugares como "teatro de la memoria". Porque por una vez, en una única ocasión, se "representó" con actores reales que eran la ciudadanía, un espectáculo en este caso de fuga masiva -con cubiertas de más de veinte barcos llenos de refugiados- que supuso un episodio ciertamente trágico de nuestra historia contemporánea. Con asturianos y asturianas agotados, y derrotados, con los depósitos de CAMPSA incendiados iluminando una ciudad en tinieblas, con las sirenas antiaéreas instaladas en la Junta de Obras del Puerto sonando (tres toques eran alarma, uno breve fin de la alarma)?
El puerto de El Musel tiene, y habría que reivindicarlo, un enorme valor emotivo y simbólico, es un lugar muy significativo si hablamos de historia social de Gijón. Además, claro, del evidente símbolo como lugar de memoria industrial de la ciudad. La escultura "Niños de la guerra" va en ese camino memorístico. Recuerda a los más de mil niños y niñas que el 23 de septiembre de 1937 partieron para Rusia y otros países desde el puerto de El Musel. Es obra de Vicente Moreira Picorel -él mismo fue un "niño de la guerra"- y se inauguró en la playa de El Arbeyal mirando precisamente a El Musel, en el año 2007.
El puerto gijonés fue el último enclave republicano del Cantábrico, y supuso para "los niños de la guerra" y para tantos adultos el único camino ante la caída del Frente Norte en octubre de 1937. El único camino hacia el exilio fue el puerto de El Musel que desde meses antes era un claro objetivo militar, hasta el punto que fue bombardeado e inutilizado para la actividad comercial.
Algunos testimonios escritos quedaron de esos momentos históricos en El Musel. Para más información apuntamos cuatro publicaciones: "Asturias: catorce meses de Guerra Civil" (1975), de Juan Antonio Cabezas periodista de "Avance"; "Puerto de Gijón en la Guerra Civil" (2004) que editó la Autoridad Portuaria de Gijón; "Memoria y trauma en los testimonios de la represión franquista" (2007), de José Ignacio Álvarez Fernández, y "Gijón bajo las bombas" (2011), de Héctor Blanco.
Lo cuenta Juan Antonio Cabezas, que allí estuvo, en su libro: "Este es un naufragio al revés. El barco que se hunde es Gijón, y estos barcos de pesca son nuestros salvavidas".
