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Pintar el mundo de rosa

Sacaría las fuerzas de todas esas heroínas que cada día se enfrentan al cáncer con una sonrisa

No sé si es casualidad... O quizás no, quizás fui aplazándolo hasta que coincidiera con este mes, con estas semanas. Esta semana en la que todas las redes, los ayuntamientos, la sociedad entera se viste de rosa para recordar a esas mujeres plenas, con o sin pecho, pero fuertes y valientes siempre en la lucha. Me toca la revisión anual, justo en esta época, qué paradoja... Me toca mamografía y tras ella, la espera siempre interminable, siempre tensa, para que te den el sobre que tienes que llevarte a la ginecóloga, lo que quiere decir que todo está bien o para hacer una ecografía para asegurarse... Y es entonces cuando le veo a él con el pánico en la cara y le tranquilizo y digo que no pasa nada, que será para asegurarse. Y lo hago con toda la tranquilidad del mundo, absolutamente en paz. Yo, que hasta hace unos años me tenía que tomar una pastilla para afrontar la posibilidad de que sucediera, ahora me encuentro dándole ánimos y tranquilizándole, aunque por dentro rezo despacio pidiendo algo más de tiempo para disfrutar de una vida que está amenazada en las mujeres de mi familia. Supongo que es porque todo se ha normalizado. Ya no es una sentencia de muerte. No tiene por qué serlo. Hoy estoy rodeada de amigas y familia que están pasando por ello, que han pasado y han ganado y me dan esperanza. Pienso en ella... Ella con solo 52 años, habría vivido, estaría todavía conmigo si le hubiera ocurrido ahora. Pero hace 34 años había pocas esperanzas, ninguna prevención y una palabra que durante años, prácticamente toda mi vida, no he podido ni siquiera escuchar sin que me asaltara un terror y una ansiedad incontrolable. Cáncer. Una palabra que sé que ha marcado mi vida, que me ha tenido atenazada, bloqueada durante demasiado tiempo. Pero ya no, ahora no. Ahora puedo hablar de ello, puedo soportar las pelucas, los pañuelos y sombreros en la cabeza sabiendo que quizás algún día me toque a mí. Y lo hago sin miedo, lo hago sin terror. Lo hago con esperanza, con la que te da Dios o la vida de que al cáncer se le puede ganar, que nada ni nadie me arrebatará la risa de mi niña, sus abrazos, mientras a mí me quedara un soplo de aliento si algún día tuviera que pasar por ello. Que el hecho de no tener el pecho no me haría menos mujer, que se puede reconstruir, que el pelo crece, y que las ganas de luchar se contagian con cada mujer que vence... Que las fuerzas las sacaría de todas esas heroínas que cada día se enfrentan al cáncer con una sonrisa, porque son ellas las que nos dan los pinceles para que pintemos en este octubre todo el mundo de rosa, hasta que todo el mundo sea consciente de que no bastan los lazos, ni los gestos, que necesitamos recursos, investigación, y que debemos exigirlo y sacudir la conciencia de aquellos que nos lo deben a ellas, a nosotras, a todas las mujeres del mundo. Por ellas, por mamá, por mi hija, por mi nieta, por mí... Por vosotras. Ya no tengo miedo. Gracias.

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