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Presidente de la Asociación de Antiguos Alumnos del Real Instituto Jovellanos

Querida María Elvira

Su magisterio fue mejorar la sociedad gijonesa a través de la educación y la cultura

En un día como hoy, no se me ocurre mejor homenaje, que reproducir las palabras que pronuncié con motivo de la entrega de la Medalla de Plata de Gijón, en la que me pediste que hiciera tu glosa y que me consta que tanto te agradaron.

Decía así:

"Para un discípulo como yo, de toda la vida y para toda la vida de María Elvira, asistir a un acto como éste, en el que se entrega la Medalla de Plata de Gijón a tu maestra y en el que además me cabe el honor de actuar de padrino, tengo que decir que me resulta algo profundamente emotivo e inolvidable.

Mi relación con Marial comienza en los años 50 cuando nos daba clase en el Instituto de Jovellanos y poco a poco, al mismo tiempo que nos impartía la docencia, nos iba contagiando su pasión por la literatura en unas clases inolvidables. Porque eso es lo que hacía María Elvira: una simbiosis mágica entre su faceta docente y la literaria, para luego transmitírnosla a sus alumnos generación tras generación durante más de cuarenta años.

Suele decir Marial que hay tanto bueno escrito sin tiempo suficiente para abarcarlo y conocerlo que no compensa perder el tiempo escribiendo. Pero, sin embargo, ella sí lo hizo, dejándonos obras tan importantes como la "Literatura asturiana en castellano" y "Escritores de Gijón"; pero no es mi intención abrumarles a ustedes con una relación exhaustiva de sus obras.

Porque pienso que el mejor poema de María Elvira es el que ha escrito desplegando durante los últimos cincuenta años esa intensa labor docente, literaria, comprometida con la sociedad, convencida de que la educación y el conocimiento son factores básicos para la mejora de ésta. Y todo ello impregnado de un profundo amor a Asturias y, sobre todo, a este Gijón que hoy le reconoce, agradecido, sus esfuerzos.

Porque además la figura de María Elvira va para mí irremediablemente unida a la de Gijón, su mar y su playa. Y por asociación de ideas a la de Gerardo Diego, catedrático también del Instituto de Jovellanos al que Marial glosó en varias ocasiones. Decía Gerardo Diego: "Delicia de los ojos playa de San Lorenzo, de Este a Oeste extendido su manto de canela. La mirada perdida en el confín del lienzo o acariciando el seno sonoro de la vela".

Y, efectivamente, en mis años de estudiante, al regresar por el verano, allí me reencontraba con Marial, en su playa color canela , divisando el horizonte para darse un baño entre La Escalerona y La Escalerina, recargando energías en el Cantábrico, para derramarlas luego, a partir de septiembre, en su actividad docente y literaria.

Y sigue diciendo Gerardo Diego: "Naturaleza y Arte. La lección de insistencia, de reiterado impulso, de eternas tentativas. Porque el mar solo es eso. Voluntad de presencia y un ensayo paciente de estrofas sucesivas".

Y ahí estaba Maria Elvira, como el mar, insistente, pertinaz: dándonos a conocer autores nuestros pero hasta entonces desconocidos, publicando libros antológicos de autores asturianos, participando en un sinfín de entidades culturales, siendo jurado de prestigiosos premios literarios, dando conferencias... y como el mar que ensaya sus estrofas sucesivas (que son las olas) siguió escribiendo las estrofas (casi infinitas) del poema de su vida, presentando libros, participando en mesas redondas, publicando artículos, dirigiendo tertulias literarias y, en definitiva, ejerciendo ese magisterio, al que nunca renunció, de mejorar la sociedad gijonesa a través de la educación y la cultura. Termina Gerardo Diego con esta dedicatoria: "Amigos: a vosotros estos versos de ofrenda y a vuestra villa honrada del carbón y el navío. Camino a la Belleza, plante en ella mi tienda. La ruta es imposible pero el norte ya es mío".

María Elvira, como Gerardo Diego, nos ofrece también este hermoso poema, que es el poema de su vida. Ella sabe que los caminos hacia la belleza literaria, la cultura y el saber nunca se alcanzarán del todo. Pero nos deja la ruta a seguir bien trazada, porque ha tenido siempre claro cuál era el Norte. Ése que contempla todos los veranos en "su" playa. Divisando el horizonte entre La Escalerona y La Escalerina.

Querida María Elvira: decía Pedro Salinas al contemplar satisfecho un poema que había concluido " Y ahora, aquí estás frente a mí. Tantas luchas que ha costado, tantos afanes en vela, tantos bordes de fracaso, junto a este esplendor sereno, ya son nada, se olvidaron".

Tú has terminado con éxito tu poema y ahí sigues, como las olas, añadiéndole todos los días nuevas estrofas. Pero estoy seguro, que como Salinas, tantos esfuerzos, tantos desvelos, tantas luchas que ha costado, ante este esplendor sereno de ver tu obra justamente reconocida, vas a sentir que no son nada , que ya están olvidados, porque quedan plenamente recompensados con esta Medalla de Plata de Gijón que significa el reconocimiento de tu pueblo, a tantos años de esfuerzo y lucha por hacer de Gijón una ciudad mas culta, moderna y abierta al conocimiento.

Es, en suma, el agradecimiento perenne con el que los gijoneses premian a sus creadores , a sus benefactores. Porque somos simplemente un pueblo, pero un pueblo agradecido, un pueblo como diría nuestra alcaldesa, de Primera".

Querida María Elvira: solo quiero añadir ahora, en el día de tu despedida, que cada vez que me acerque a la playa de San Lorenzo (la tuya), y vea esas "estrofas sucesivas" que son las olas del mar, me acordaré con agradecimiento, como tantos miles de alumnos que pasamos por tus clases, de tus esfuerzos por hacernos personas más cultas y, sobre todo, por enseñarnos a amar a la Literatura.

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