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Adioses en el PSOE de nuestros días (I)

Memoria del congreso federal de mayo de 1979 en el que Felipe González intentó, sin éxito, el abandono del marxismo

Para no pocos el PSOE hoy es un dolor de cabeza; para algunos, los menos, un intenso y profundo dolor de alma. Decía Magnus Blikstad, en 1905, poco antes de abandonar la función de cónsul de Suecia y Noruega en Gijón, que venía desempañando desde finales de 1898, que donde más evidentes se hacían los dolores del alma era en las despedidas familiares que él había presenciado en el puerto del Musel y en la estación del Ferrocarril del Norte, muy cerca de la cual tenía su gran almacén de maderas. En el PSOE, las despedidas con dolores de "alma", se han producido, hasta ahora en un Congreso, años hace, y un Comité Federal, hace días, como si Congreso y Comité fueran la estación del Norte o el puerto del Musel...

El primer adiós socialista, y a lo grande, lo dio como remate del 28.º Congreso el joven Felipe González con su ejecutiva, como consecuencia del rechazo de la "militancia de base", elegida por última vez por las agrupaciones locales -y no por las "magias" de las federaciones provinciales- a la exclusión del "marxismo" del ideario y seña de identidad del partido.

A la una de la madrugada del 20 de mayo de 1979 -hora más propicia para tomar una copa en el "Boccaccio" de la calle del marqués de la Ensenada, que para asistir a una tragedia congresual-, se produjo en el 28.º congreso socialista la adversidad temida: el 61% se pronuncia en contra de la posición oficial de "abandono del marxismo", que apenas conseguía el apoyo de un tercio de los delegados. ¡Cuánto luto y confusión en uno y otro bando!... Y solo habían pasado cinco días desde de que el "marxista" Enrique Tierno Galván, "el hombre más listo del mundo", según el eminente profesor alemán Carl Schmitt, fuera ungido, gran éxito de la unión temporal de PSOE y el PCE, con la túnica sagrada de la alcaldía de Madrid revestido de la cual, siete años después, subió a los cielos entre llantos y aclamaciones de todo el pueblo de la Villa y corte. ¡Lo que fue el Tierno Madrid!

Y de la grave adversidad vino la dimisión de Secretario y Ejecutiva, que provocó un terremoto ideológico a la par que una catarata de lágrimas entre los astures de Dios y de los del diablo, de cuyas propuestas, ¡al fin Asturias pintaba algo!, había surgido la ponencia marxista triunfante, que solo pudo "retrasar" cuatro meses la pretensión del líder carismático de hacer pasar al partido obrero, -como el mismo Fraga pedía desde un año antes-, por las "horcas caudinas" que del marxismo conducen a la modernidad capitalista, aunque levemente maquillada de reformista..., a efectos de escena.

El Congreso que sostuvo el marxismo, dio, sin embargo y sin mayor dolor, un enérgico adiós al republicanismo y al protagonismo de las agrupaciones locales del partido a efectos de decidir políticas y elegir en su seno delegados a los congresos del partido, y candidatos al Congreso de Diputados y a concejales, que fueron señas de identidad del partido y garantía de integridad del socialismo democrático español. Luego vino todo lo que vino... El triunfo, el trágala de la OTAN... ¡y más!

La orfandad llorada el 20 de mayo pretendieron resolverla los "marxistas" triunfantes improvisando un comité ejecutivo que presidiría "ad honorem" el nuevo Alcalde de Madrid junto con el malogrado Luis Gómez Llorente al timón de la Secretaría General, acompañado por el senador Paco Bustelo y Pablo Castellano y otros "rebeldes" de alta y cualificada significación.

Contaba el Viejo Profesor no sin desgarro, perdiendo su poca vista entre las nubes que, a días, embellecen los cielos, cómo cinco o seis minutos después de que se articulara aquella opción de Ejecutiva, recibía una llamada personal de "las más altas instancias", para anunciarle, y que él, a su vez, anunciara a la Ejecutiva recién concebida, "de que aquella solución no se aceptaba; que dejaran sin efecto lo hecho, y como no dicho todo lo dicho, y que consintieran en que un gestora se hiciera cargo de la situación, dando tiempo a González a reconducir la situación. Y el presidente del 28º Congreso, José Federico de Carbajal, que años antes había sido expulsado del partido por cenar -¿y algo más?- con monárquicos de don Juan, salió del Congreso investido de Presidente de una Comisión Gestora que sería de mandato corto, poco más de tres meses, -y no de nueve, como ahora se pretende- hasta el de setiembre en el que el líder sería repuesto en su cargo, entre los más vivos entusiasmos de sus compañeros, convertidos en servidores y cómplices de la política de "mejoras" sociales emprendida por el primer gobierno socialista, el que surgió en 1982 de los famosos carteles.

Entre junio y setiembre, es verano. Y aquel verano de 1979 se produjo un ir y venir de socialistas de provincias a Madrid y de Madrid a provincias...

La primera reunión de los marxistas conjurados para salvar las esencias ocurrió en un céntrico y discreto hotel del centro de Madrid, y la sala del cónclave estaba situada bajo el piso de recepción, en la planta -1.

Allí se congregaron los valencianos Joan Garcés, de trayectoria prácticamente "universal", y el profesor Manuel Ayuso, siempre atento a los avatares del socialismo de izquierdas. Juan March, "el balear", según Tierno, "de inaudita energía y actividad"; el abogado extremeño Martín Rodríguez Contreras, su discípulo de Salamanca; de Sevilla subieron Lazo y Ojeda; de Asturias, bajó Mayora. Entre los madrileños, los senadores Fernando Morán y Francisco Bustelo; el diputado por Asturias Luis Gómez Llorente, y entre algunos más que quedan en el olvido de los años, sin duda es obligado citar a Pablo Castellano e Ignacio Sotelo. En posteriores reuniones alas que asistieron nuevas gentes, dos de ellas en la Escuela Diplomática, se comenzaría a plasmar en un borrador de ponencia sobre los principios que asumía el heterogéneo grupo de socialistas, casi recién unificados...

Estaba previsto el que el Alcalde acudiera al hotel a saludar a los congregados y cerrar aquella primera sesión de trabajo, pero la inesperada aparición en el hotel de José María Zufiaur con una compañera hizo surgir la sospecha de una vigilancia activa por parte de los "fieles" felipistas, por lo que telefónicamente se avisó al Viejo Profesor de la novedad, y de lo inconveniente de su presencia.

La ponencia que surgió de aquellos encuentros estivales, que se explicó por provincias, fue arrollada "congresualmente" por el triunfo de los "felipistas socialistas antes que marxistas"... "¡Lejos de nosotros, señor, la funesta manía de pensar!", debieron repetir sin pensar los fieles "aclamantes", hasta aquel momento feliz, "militantes gimientes" por haber mal herido a padre.

De esta manera se pusieron las bases de la política de lo posible, y de la "Izquierda socialista", que aparecería después como tendencia organizada dentro del PSOE, empeñada en que, pese al giro hacia la doctrina conveniente y consiguiente triunfo electoral del 82, el partido pudiera seguir reconociéndose en el espejo de sus orígenes.

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