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Con sabor a guindas

Silencio, soledad y lágrimas

Sobre lo vivido en urgencias por la doctora Yebra Delgado

La noticia la recoge LA NUEVA ESPAÑA y lo ocurrido a la doctora es todo un herido sentimiento de soledad, vivido como residente, en su primera guardia en Gijón: "Por favor, no puedo más", le dijo la persona enferma. Y empezó a llorar mordida por su angustia. Esta petición de auxilio, envuelta en lágrimas de sollozo, caló en la humanidad de la joven doctora Yebra Delgado que la hizo exclamar: "En urgencias la realidad golpea". Esta experiencia le sirvió para escribir unas líneas que han tenido una enorme repercusión social.

Sinceramente me han emocionado. Las he leído con atención para meditar el contenido de esos difíciles momentos compartidos con un ser que pide ayuda para alivio de su dolor, en esa soledad de diálogo íntimo, en abierta confesión, entre médico y enfermo, en busca de esperanza.

Dice la doctora que, ante esa realidad, intentó recordar algo de lo que había memorizado en su carrera y nada recordaba sobre el sufrimiento de las lágrimas, tan sólo conocía lo estudiado sobre su pH. No sabía nada más, ni le habían enseñado cómo manejar su íntimo sentimiento para suavizar ese consuelo que, sin duda, sólo se aprende en la universidad de la vida.

Ese día supo de una nueva asignatura, en ese aula de dolor compartido que no traen los libros y que hizo madurar su juventud, tan sólo en unas horas, allí donde la intensidad del momento vivido se hizo, en su sentir, mandamiento de esperanza.

Uno, que ya tiene sus años, conozco por mis enfermedades esos momentos. He confrontado y agradecido el calor del ánimo que ofrece la palabra del médico y sus colaboradores, sin olvidarse de la familia y amistades, como la mejor receta para gobernar esa necesaria paz interna. Ese ánimo reforzado que nos ofrece alivio. Ese amor gratuito, como demostración que no estamos solos, dentro de esa misericordia que brota espontánea a la que correspondemos, amortiguado el dolor, con sonrisas y lágrimas de bondad.

Yo soy, doctora, destilador de oficio y me hubiese gustado, en ese momento de dificultad, recoger esas lágrimas y analizarlas en mi particular alambique. Si bien me imagino que esos ojos han sabido gotear, acaso entre algún rezo, e ir a la búsqueda de ese misterio oculto que nos lleve a la tranquilidad.

Pienso en esa hermosa conversación con las lágrimas, sin pH, el hablar con ellas, al son de esos latidos que el corazón manda y las deja escapar vencidas por los recuerdos. Lo mejor es no interrumpirlas para que desnudas de cuerpo y alma naveguen hacia ese puerto de paz y calma.

Debemos pensar, siempre, que están ahí, canalizadas con prudencia, para proteger nuestros sentimientos. No olvidemos que las lágrimas no tienen fronteras. Aparecen sin contar con ellas como afluentes de ese río de muy amplias esperanzas.

Sabido es que, cuando llegan, mejor no acertar a gobernarlas, dejarlas a libre albedrío que se escapen sin freno por el tráfico rodado de nuestras conciencia. Seguro que ese día, para Vd, esas lágrimas derramadas serán, en el futuro de su vida, alimento de su cultivada parcela de humanidad mostrada. Se lo merece.

Yo añadiría para su consuelo, el mío, y de quien nos lea, que, en mi pensar, las lágrimas son un instante que tienen algo eterno. Lo que nos hace sentirlas como compañeras de la más hermosa amistad y afecto.

No tengo dudas de que así han llegado a su madura juventud. Por ello, la comprendo, la felicito, por transmitirnos sus sinceros sentimientos. Le mando, de corazón, mi más cordial y afectuoso saludo.

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