Al día siguiente de la lluvia de millones producidos por el IBI (Impuesto de Bienes Inmuebles) en las arcas públicas, que dejan secas a tantas arcas privadas, nos enteramos de que el mercado de las farmacias se vuelve a animar después de una impresionante caída en los últimos tiempos. De aquellos precios inasumibles por el traspaso de una farmacia de hace años se ha llegado a cifras más asequibles, según cuenta este mismo periódico. Lo que no sabemos es si los impuestos están al nivel de los años del oro molido o se han adaptado a los tiempos. La tradicional lentitud de las administraciones siempre perjudica al ciudadano, al que sangran desde todas las esquinas. Y resulta que, al menos que se sepa, Trump no tiene la culpa de esa sangría interminable a lo largo de cada año de gracia. La banderilla del IBI está clavada en todo lo alto del contribuyente medio, que espera una información clara de los dineros recibidos y en qué se usan.
La esquina