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Musicólogo | Crítica / Música

Stanley Clarke: imaginación, intensidad y buen gusto

El bajista estadounidense conquistó el Jovellanos con un jazz ecléctico y espectacular

No hubo tiempo casi ni para respirar; desde los primeros compases del concierto las notas comenzaron a fluir a un ritmo vertiginoso y marcando una pauta expresiva original, con personalidad propia. Fue la carta de presentación de Stanley Clarke y su banda, un cuarteto que el sábado pasado se entregó a fondo en el Jovellanos, en el que fue sin duda el directo más vibrante de esta edición de "Jazz Gijón". Su propuesta abarca una infinidad de estilos que convergen en un jazz incisivo e intenso, una visión poliédrica de esta música con temas siempre abiertos a incorporar ideas, y es que Stanley Clarke lleva más de cuarenta años en los escenarios moviéndose por diferentes estilos y escenas.

El repertorio de la noche no llegó a una decena de títulos, unos temas largos que le sirvieron para llegar a las dos horas de concierto. Pero sería difícil tratar de explicar el concierto en base a cortes, porque lo que se vivió fue más bien un continuo de música cambiante, de desarrollos virtuosos e imaginativos que mantuvieron al público enganchado en todo momento. Quizás en la recta final del concierto los solos se entregaron en exceso al espectáculo, especialmente en la batería, pero la mayor parte del tiempo sirvieron para hacer avanzar los temas con sentido. Por supuesto, en este apartado Clarke marcó la diferencia; sus solos combinaron a la perfección el alarde técnico con el buen gusto, por momentos era difícil distinguir las notas que se multiplicaban en su contrabajo consiguiendo un efecto casi hipnótico, pero siempre manteniendo un discurso coherente, una intención expresiva definida.

Así fue discurriendo el concierto, con ideas melódicas que derivaban en otras, armonías que se sucedían de forma inteligente y con un amplio abanico de colores tímbricos especialmente en las teclas que se repartieron el jovencísimo Beka Gochiashvili (piano) y Cameron Graves (teclados). El baterista Mike Mitchell tuvo especial protagonismo, y no solo por la cantidad de espectaculares solos sino también por ser su cumpleaños, parecía inevitable que sonara el "Cumpleaños feliz", y sonó.

Entre los temas de la noche Clarke quiso presentar "Goodbye Pork Pie Hat", que Charles Mingus dedicó al saxofonista Lester Young, y "No mistery", de Chick Corea, con la que cerró el concierto, no sin antes regalarnos uno de los solos de contrabajo más sentidos de la noche. La ovación final fue una descarga de la adrenalina que se había ido acumulando a lo largo del concierto, y era obligado que la banda volviera al escenario para regalar alguna propina. Ahí echaron el resto haciendo corear al público y descargando una tormenta sonora que acabó de conquistar al respetable; lo que el día anterior le había costado un mundo a Manu Katché, lo consiguió Stanley Clarke de forma natural, y es que, como el rock, el jazz también tiene un importante componente de actitud.

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