Creo que ustedes saben que a mí los yankees no es que me entusiasmen precisamente. Es más, suelo odiar casi todas las ocurrencias que llegan del otro lado del Atlántico. No soporto Halloween, ni me gusta que hayamos adoptado hasta la saciedad una costumbre que en nada tiene que ver con nosotros. Pero hete aquí que hay una fecha que me tiene realmente subyugada... Aunque también he de confesarme un poco harta. Me refiero al "black friday". Negro, pero muy negro. ¿Por qué?

Porque una, que consumista sí que lo es, lo confieso, se pone en modo on y alerta ante todas las ofertas que se nos ofrecen, insisto, quizás ya de una forma pelín cargante, desde todos los puntos del espectro compras. Y yo, qué quieren, no le hago ascos a nada. Que si tecnología, ropa, joyas, lo que sea, pero hay que aprovechar las gangas.

Los Reyes ahí cerquita, y yo que me pongo cardíaca porque no me da tiempo a revisar todas las ofertas y mucho menos a estar pendiente de que es lo que merece o no la pena. Y aquí me tienen, como una posesa, jueves a las cero horas en punto, sentada en el ordenador, con mogollón de cestas llenas por ver si merece o no la pena darle al enter y acaparar cosas que quizás luego ni son tan baratas, ni se necesitan. Pero es que una si no lo hace, se siente como apestada porque todo el mundo aprovecha las rebajas del día anterior al día de Acción de Gracias.

Que esa es otra. Porque claro, yo voy y me pregunto. Coño, ¿y si después del "black Friday" nos colocan el día de Acción de Gracias? La cabeza me da vueltas como a la niña del exorcista. Porque no me imagino otra comida familiar, previa a las navidades, que ya son de por sí estresantes, con todos los hijos y sus respectivos, llegando de todos los rincones del planeta para comernos un suculento capón de Villalba (es que aquí el pavo como que no pega), alrededor de una mesa, dando gracias a Dios o a quien caiga, llamándonos Manoli, Carmen o Pepa, en vez de Sue Ellen, Mary Jo o Samantha Carolay, que yo, palabrita que no me veo.

Entre otras cosas porque no sé cocinar y esa estampa del día de Acción de Gracias, en la que yo estaría con las mejillas ruborizadas por el calor del horno para meter el capón, y un inmaculado mandil blanco que Matthew me desabrocharía tras darme un casto beso en la mejilla y un pícaro azote en mi trasero, no se produciría. Y es que no tengo tantas niñas para mandarles poner la mesa como sería preceptivo, y ni siquiera podría beber el vino que todas las protagonistas de todas las series americanas se pimplan mientras cocinan porque a mí me va más la cerveza o en su defecto la sidrina.

O sea que nada de nada. Pero que no, que no me veo... Que gracias, gracias, como que aquí no tenemos por qué darlas tal y como está el patio y ellos, ellos sí que las van a dar, a puñaos, porque no hay mejor cosa que un presidente cuyo lema es "Make America great again". Y sí, sí, tan great, supergreat con la vuelta a las carretas y a los indios (uy, esos no, que no son americanos de raza pura) y a las mujeres florero o mejor en la cocina, y eso sí, con su día de Acción de Gracias inamovible... Y es que ellos, los americanos, no tienen solo "black el friday", pa mí que tienen los "four year" más negros que el carbón. Dios, qué cruz. Hala, yo me voy a desestresar con unas pequeñas compras. Hayan ustedes mercado bien.