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El cambio de piel

La derecha forista sorprende a Gijón con una placa de homenaje a los que lucharon por la República

No solo el buen verano y La Milla de Cabueñes han cambiado la piel de Gijón, como anunció la señora alcaldesa en un solemne y concurrido acto socio-político-propagandístico y festivo celebrado en Madrid, bajo la presidencia del casi eterno Francisco Álvarez Cascos y Fernández, el segundo de lujo de los popularismos felices de este reino. También la necesidad, que hace del vicio virtud, ha pesado lo suyo para que esta tarde, a las 19 horas, en el patio interior del Viejo Instituto podamos, sin duda por empuje de Podemos, asistir al "cambio de piel", excelente camaleón, del gobierno local, que en dicho día y hora por la mano muy de derechas de la señora alcaldesa se descubrirá una placa en el interior del Viejo Instituto Jovellanos, centro de enseñanza, cárcel, cuartel y "Domus Injusticiae", sucesivamente, en homenaje y recuerdo de las republicanas y los republicanos que en el salón de actos del centro, tras la "liberación" de la villa en por las fuerzas "nacionales" el 21 de octubre de 1937, -desde este año festividad canónica, ¡qué coincidencia!, de los beatos mártires de Nembra-, sufrieron el calvario de consejos militares sumarios por el delito de lesa patria de defender la legalidad republicana.

Juzgados e "injusticiados" por supuestos delitos de rebelión con penas de cárcel y muerte, por obra de quienes se habían alzado en armas contra la legalidad republicana, también son mártires de la cruzada.

El 29 de noviembre, hoy martes, el santoral del día nos propone numeroso recuerdo: cuatro obispos, seis mártires y dos abades, Geraldo y Giraldo. Y en el civil podemos recordar, junto a los asesinados "legalmente" tras su paso por el Salón de Actos, porque lo merece, al ciudadano Marcelino Laruelo Roa, defensor del Musel y del Anciano, que en 1999 publicó su trabajo "La Libertad es un bien muy apreciado" dedicado a estos perdedores, en el que se daba cuenta de los consejos de guerra celebrados contra los republicanos vencidos, a partir de 1937 en Gijón.

Él, en el momento de la presentación de su libro en el mismo salón de actos, ya pidió que se recordara a todas cuantas personas en él entraran el dolor, la injusticia y desventura que allí sufrieron cientos de personas por el nefando pecado de haber defendido la República de sus nacionales agresores.

Tarde a recordar, y hora fasta. La señora Alcaldesa puede sentirse republicana y civilmente orgullosa de descubrir la placa que sus antecesores democráticos en el cargo no osaron descubrir. Es cierto que en esta tierra de armas tomar y odios perennes, solo desde la derecha más rancia pueden hacerse gestos de justicia histórica sin levantar a los muertos de sus tumbas. Si la izquierda en el gobierno los llevara a cabo, se levantarían tempestades?

Tal ocurrió en Madrid, también en noviembre, del año 2002 cuando impulsada por la izquierda municipal, el Ayuntamiento de Alvarez del Manzano decidió descubrir una humilde placa de latón en la plaza de la Cebada en recuerdo del "injusticiamiento" en aquel lugar, y en altísima horca, del General Riego, el 7 de noviembre de 1823. Al frente de aquel acto, al que por fin no asistió, se puso también Paco Cascos; su segundo en el ministerio de Fomento, también gijonés y del Natahoyo e hijo de Fito Menéndez, hizo los honores ministeriales del acto, que remató la numerosa banda de Música de la Policía Municipal de Madrid, en traje de gran gala, con la interpretación magníficamente enérgica y estremecedora del Himno de Riego, que fue celebrada, por parte de la asistencia, (no toda), con entusiastas vivas a la República. Al día siguiente, la prensa de orden y derechas reprochó agriamente a sus mandos populares que hubieran impulsado tal "desmán", pues aquellas notas no se escuchaban "oficialmente" en Madrid desde que la capital fuera gloriosamente liberada de republicanos, rojos y masones por los ejércitos nacionales.

Ojalá que en el patio del Instituto pudiera resonar, como remate del acto de descubrimiento de un hecho histórico vergonzoso y voluntariamente ocultado en la historia local, el himno de Riego con la solemnidad con que tantas veces lo dirigió al frente de su banda del Teatro de los Campos Elíseos el maestro republicano Mamerto Moriyón.

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