La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Presidente de la asociación "Lázaro Cárdenas"

Fidel, Revolución; Revolución, Fidel

Memoria del líder cubano fallecido y la visión de su obra desde Gijón

No se entiende la Revolución sin Fidel. No se entiende a Fidel sin la Revolución. La historia contemporánea tampoco está completa si no se tiene en cuenta a un hombre que junto a sus compañeros (el Che, Raúl Castro, Camilo Cienfuegos?) supo llevar el empeño del pueblo cubano a derribar la dictadura de Batista y resistir los agresivos embates del imperialismo norteamericano. Solo una persona fuera de lo común pudo convertir a una isla de once millones de habitantes, cuyo peso específico en el mundo es reducido, en la referencia principal para millones de personas en todo el mundo y cuya influencia en Latinoamérica y África es hoy palpable, real. La reivindicación de su figura, entre la maraña de difamaciones que el capitalismo ha perpetrado, es un deber para todos aquellos que nos consideramos antiimperialistas, que creemos en la justa rebeldía de los pueblos que el Comandante siempre defendió.

Su fallecimiento no es el punto final, es el paso a la eternidad de su personalidad y de su legado para aquellos que confían en la emancipación de los desposeídos para que forjen su propio destino. Fidel y la Revolución, la Revolución y Fidel, sirven para demostrarnos que no hay más límites que los que nos imponemos nosotros, y nosotros, como pueblo, no tenemos límites. Nos lo demostró Cuba, elevándose en 1961, repleta de dignidad, ante la invasión estadounidense, echando al mar a aquellos mercenarios que solo luchaban por su paga. Nos enseñó Fidel que el pueblo puede ser una fuerza imparable capaz de destrozar las ambiciones de los especuladores y los mafiosos, de los que actúan únicamente por su propio interés, de los que jamás comprenderán el significado del término 'solidaridad'.

La solidaridad cubana no se quedó únicamente en esa pequeña isla acosada por la superpotencia capitalista. Entre los países que contaron con la benéfica influencia de Cuba se hallan Argelia, Vietnam o Etiopía. Un episodio histórico, desconocido por muchos, es el de la Guerra de Angola. El sentimiento internacionalista que Fidel preconizó se enfrentó al expansionismo de los racistas sudafricanos, encontrando un campo de batalla para las ideas y, por el desgraciado empeño de los mercenarios pagados por EE UU, para las armas. La participación cubana fue vital, y la victoria en la Batalla de Cuito Cuanavale partió el espinazo del Apartheid y forzó la independencia de Namibia. Cuando Nelson Mandela llegó al poder no expresó agradecimiento a EE UU o a alguna potencia europea, porque no tenía nada que agradecerles. Expresó su agradecimiento a Cuba, a su Revolución y a Fidel, porque todo hubiese sido más difícil en Sudáfrica sin los cubanos que sacrificaron lo mejor de su juventud en una lucha solidaria e internacionalista. No había color de piel, ni realmente existían banderas, solo había pueblos luchando por su libertad. Y Cuba estuvo allí, fiel a su ideario.

No debe haber espacio para quienes se alegran de su desaparición, porque solo constatan su impotencia y su bajeza moral, ansiosos por vender a sus compatriotas al capital. El pueblo de Cuba sabrá pararles los pies, para que sigan rumiando su odio con dólares en Miami, viviendo con la indignidad a sus espaldas.

Por último debemos recordar que Gijón mantiene una estrecha relación con Cuba. Esta ciudad dio un ejemplo de dignidad al hermanarse con La Habana, con autorización expresa de Fidel. Fue en 1994, cuando un mundo sumido en convulsiones y que iniciaba los retrocesos sociales que hoy sufrimos trató de estrangular a Cuba. No lo consiguieron, por la fortaleza y determinación del pueblo, que mantuvo su esencia y que siguió siendo el referente de dignidad.

Hasta siempre, Comandante.

Compartir el artículo

stats