La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Tormenta de ideas

Vida

Disfrutar de cada instante es el gran propósito al empezar un nuevo año

Hace años que juré no hacerme propósitos en Año Nuevo. Y hasta hace nada lo he cumplido. Entre otras cosas porque el hecho de no cumplir absolutamente nada, año tras año, me producía una desazón que me carcomía. Porque otra cosa no, pero yo soy constante y desde luego más que testaruda. Y claro, cada año veía que todo lo que me había propuesto, ni siquiera tenía intención de cumplirlo.

Y hete aquí, que ahora sexagenaria y todo (Dios, es que no puedo ni nombrar la palabreja, dejémoslo en sesentona) es cuando más ganas me entran de hacer cosas. Debe de ser por el tiempo, que apremia, y yo todavía tengo muchas muchas que hacer. Y no me da, no me da la vida que me queda.

Quiero viajar, con él, siempre que pueda, conocer otras culturas, otras gentes, irme a lugares cálidos cuando el alma se hiela aquí, cuando el cielo se cubre de nubes que me hacen estar nostálgica y apagada. Necesito la luz, el sol, la vida. Quiero aprender inglés, no quiero morirme sin entender las canciones que me emocionan, sin poder leer sin el traductor de Google, que bendito sea por otra parte, pero que fusila los artículos de mi profesión que me interesan. Y quiero seguir escribiendo para ustedes, porque aunque a veces me siento seca, también me reconforta oír sus comentarios, cuando me paran para decirme que me siguen o que guardan uno de mis artículos en la cartera...

No hay nada que pueda igualarse al sentimiento de gratitud por todo lo que se me está dando. Por eso me siento cada viernes al ordenador para enviar el artículo de la semana, cada viernes desde hace ya la friolera de 17 años... Con ilusión o con tristeza, desnudando mi alma, lo sé, siendo a veces políticamente incorrecta. Pero es algo que me hace sentirme bien, sabiendo como sé que me expongo demasiado, pero es que es también mi terapia, el desahogo que necesito.

Y quiero seguir trabajando, para mis niños, para sus padres, seguir dando conferencias en las disfruto tanto, viendo cómo puedo aún emocionar a quien me escucha, ayudar aunque sea mínimamente a aquellos que tienen la generosidad de ir a escucharme. Y quiero, quiero...

Pero mi cuerpo no responde, las rodillas flaquean, la espalda no me deja caminar mucho, y sin embargo quiero seguir bailando hasta el amanecer una vez al mes con mis amigas, y tomar sidra de pie con mis amigos sin tener que tomar aspirinas para poder seguir el ritmo. ¡Quiero tantas cosas! Conocer las casas de mis hijos emigrantes, volver al sitio de mi viaje de novios, aprender a bailar sevillanas, comer sano y disfrutar como lo hago de la comida (voy por cuatro kilos esta Navidad), quiero que las arrugas no me quiten el sueño y verme reflejada en el espejo como la abuela joven que soy por dentro, aunque mi cuerpo no me responda igual. Porque lo único que quiero de verdad, es disfrutar de ella.

Quiero tiempo. Tiempo para ver su primer día de clase, llorar como hice con mis hijos al dejarla en la puerta, recogerla en su primer día de excursión, verla llegar manchada de barro porque es tan trasto como sus padres y sus tíos, quiero poder verla crecer, quiero que me recuerde, que pueda algún día echarme de menos con una sonrisa cualquier Navidad, cuando mi silla esté vacía... Quiero tiempo, es lo único que pido, tiempo para ella y para todos los que vengan.

Ese es mi único deseo: tiempo. Y así voy a empezar el 2017, disfrutando del instante, de cada segundo que se me regala de vida, porque eso, vivir, abrir los ojos cada día, es lo único a lo que aspiro. Es realmente lo único importante. Y lo mismo les deseo a todos. Vivan, nada más.

Compartir el artículo

stats