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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

Un día es un día

No parecen importar en el Ayuntamiento los excesos de la Nochevieja

Uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América, Benjamin Franklin, aparte de ser gran político, hábil diplomático, inventor del pararrayos, impresor, y muchas otras cosas más, dejó para la posteridad varios pensamientos y conceptos contenidos en ingeniosas frases; una de ellas es aquella que, no exenta de un cierto sarcástico humor, nos informa de que "tres mudanzas equivalen a un incendio". Aparte de referirse a las pérdidas, resume en realidad el estado de ánimo de quien se está mudando. Metidos en tales vericuetos, ha sido hasta difícil encontrar entre la miríada de cajas de cartón hasta las teclas del ordenador. A cambio, se espera un cierto sosiego en el nuevo destino ciudadano y el alejamiento de los ruidos con que el glorioso consistorio de nuestro pueblo castiga inmisericordemente a la zona de procedencia.

Uno de los lugares de ruidos en este fin de año ha sido la plaza Mayor, sometida a un "botellón" que los hosteleros de nuestro emblemático recinto rectangular semiporticado organizaron con primor. Creyeron, en su inocencia, que los asistentes se conformarían con asistir al sarao y acercarse a las barras de sus establecimientos para atiborrarse de bebidas espirituosas, sin reparar que un amplísimo número de los asistentes acudirían bien provistos de alcoholes variados para lograr el ansiado estado etílico propio de la ocasión.

El estado de suciedad en el que quedó la plaza fue de los que hacen época: una alfombra de bolsas de plásticos, botellas y latas de toda laya, restos de comida, bolsas de plástico y otros desperdicios sin número, lo que dejó bien patente que hay unos cuantos miles de convecinos cuyo grado de civismo deja bastante que desear.

Pero siempre hay consuelo. El concejal del equipo de la casquista alcaldesa Moriyón, Esteban Aparicio, proclama públicamente que "un día es un día" y que pelillos a la mar. Gran consuelo y escaso grado de responsabilidad. Sí, ya sabemos que ahí estuvieron empleados de la empresa pública de las limpiezas haciendo horas extra para despejar de las toneladas de residuos las calles y plazas. El gasto de este despliegue humano quedará a beneficio de inventario y no de los responsables de los establecimientos organizadores que usan nuestras vías públicas como extensión de sus negocios. Pero todo parece dar lo mismo en aras de acariciar el lomo de las masas borrachas de la localidad, cuyo voto parece importar más que los del mucho mayor número de ciudadanos que ni se emborracharon en medio de la calle ni ensuciaron nada y ni tan siquiera salieron a la calle. Así entienden los munícipes -y los nuestros no son ni mucho menos los únicos de España- cómo han de ser los regocijos populares: sucios, ruidosos y etílicos, todo ello en grado superlativo, que parece ser lo que se lleva.

Si algún emprendedor particular organiza una fiesta, pongamos de Nochevieja, en un recinto cerrado, lo que allí dentro suceda será de exclusiva responsabilidad suya y ni se fastidiará a los vecinos con ruidos ni habrá de hacerse gasto extra para limpiar las basuras abandonadas por los borrachuzos; pero eso parece no gustar demasiado y alguna fiesta privada ha visto denegado el correspondiente permiso edilicio para ser celebrada.

Las más de sesenta y una toneladas extra de basuras recogidas de las vías públicas de nuestra populosa villa marinera en la primera mañana del año, fruto de los desperdicios producidos y abandonados por los nocherniegos festejantes son un síntoma de una cierta falta de civismo y de una mala praxis política de los casquistas que gobiernan la urbe, incapaces de prever este tipo de desmanes.

En definitiva, el pequeño y sucio suceso es un síntoma feo: indica que la derecha consiente algunos días al año los desmanes de los menos pudientes -el "botellón" es un indicador infalible- a cambio de obtener una cierta contención social gracias a estas explosiones controladas en ciertas fechas señaladas. El concejal Aparicio lo dejó bien claro al decirnos que un día era un día. Tal fue el sentido de sus palabras.

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