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José Luis García Rúa: relato de un compromiso

Memoria de la rebeldía de acción cultural de un pensador libertario ante a la situación de la clase trabajadora

El fallecimiento el pasado viernes 6 de enero de José Luis García Rúa ha suscitado la aparición en la prensa asturiana de semblanzas y numerosos testimonios sobre su personalidad. En todos los casos se ha reconocido la referencia ética que supuso su trayectoria y el impacto de sus iniciativas (academia de la calle Cura Sama, Sociedad Cultural Gesto y las Comunas Revolucionarias de Acción Socialista (CRAS) para los atrevidos opositores a la dictadura franquista en Gijón.

Pero quizás en este momento convenga también acercarse a las raíces, a las motivaciones que impulsaron la trayectoria vital de Rúa. Si algo caracteriza y define esta trayectoria es la rebeldía frente a la situación de la clase trabajadora. Una rebeldía que él entendía de acción cultural para llegar a acción política.

En los pasos iniciales de García Rúa hay una impronta que es su seducción por el agobio que padecían los grupos sociales más desfavorecidos. Él nos cuenta cómo su infancia transcurre en un espacio emblemático de la clase obrera gijonesa del momento: la ciudadela de la calle Capua, donde conoce y trata a hombres y mujeres miserabilizados y triturados por el trabajo y la explotación capitalista.

Cuando llega a Salamanca, forma inicialmente parte de un grupo de estudiantes tempranamente contestatario, pionero en la Universidad española y anterior a la famosa generación de 1956 de Madrid. Un grupo, el de Salamanca, donde había hijos de vencedores (Sánchez Ferlosio) y de vencidos (Carmen Martín Gaite). Pero aquel ambiente burgués también le repele y se inclina por frecuentar el barrio marginal de la ciudad donde conoce a personajes de aquel mundo y sobre todo, gitanos. Impulsado por esta angustia, decide marcharse como lector a una universidad alemana, porque, a pesar de haber conseguido un envidiable puesto docente en la suya, el ambiente le ahoga y le oprime.

Otra impronta marcada con relieve indeleble en el ánimo de Rúa es la trayectoria y militancia política de su padre. Había pertenecido a Izquierda Comunista, luego integrada en el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Ambas organizaciones heterodoxas respecto del movimiento comunista y el POUM, como es bien sabido, objeto de fuerte represión por el estalinismo en la guerra civil.

El movimiento anarco sindicalista al que también perteneció su padre, también opositor y víctima del estalinismo, figuraba igualmente en su sustrato emocional. Dentro de este apartado hay que mencionar también la serena influencia de su maestro Eleuterio Quintanilla, un ejemplo de lo que se ha denominado el "anarquismo humanista".

Sin embargo, su formación intelectual le permitió conocer el aparato teórico del marxismo lo que, sin duda, también le impresionó. Su estancia en Alemania tampoco fue fácil porque parece que fue objeto de persecución por una sociedad secreta ("Gladio" dice que se llamaba) cuya índole política no aclara y, sobre todo, vive de cerca la sublevación húngara de 1956, lo que le confirmó en el carácter represivo del imperialismo soviético.

Con estos bagajes y experiencias regresa a Gijón y se convierte en lo que a los ojos de un policía era un "pordiosero social". Vive de dar clases particulares en tanto cavila la manera de agitar aquella sociedad silenciada. Es entonces cuando promueve la famosa academia de la calle Cura Sama que ahora tanto se recuerda y de allí surgiría la Sociedad Cultural Gesto y los grupos de teatro de accidentada vida por los constantes enfrentamientos con los esbirros de la dictadura. El desarrollo de estas iniciativas corre paralelo -y contribuye- al fortalecimiento y extensión de grupos políticos opositores al régimen, sobre todo el Partido Comunista de España (PCE). Los círculos políticos gijoneses se hacían complejos y diversos coincidiendo con el despertar del movimiento obrero asturiano a partir de finales de los cincuenta y sobre todo del 62 en adelante. Huelgas, represión condenas de prisión, repartos de ayudas y, lamentablemente, enfrentamiento entre los propios opositores a la Dictadura. Rúa, a quien inicialmente se le había ofrecido incluso liderazgo en el PCE, se muestra crítico una y otra vez con las directrices que impulsaba el "Partido". Lo que en un principio había sido colaboración, derivó en enfrentamiento sordo.

Fuera del país, se había producido la descomposición de los imperios coloniales y se generalizaban los movimientos nacionales de independencia en África y Asia. Al tiempo, la Guerra Fría entre la Unión Soviética y EEUU saltaba intermitentemente por todo el planeta. Se produjo también la invasión de Checoeslovaquia (a la que por cierto se opuso el PCE) y en Europa y EEUU a parecieron fuertes movimientos de contestación que desembocaron en el Mayo de 1968. En contraste con los hasta entonces hegemónicos partidos socialistas y comunistas, surgieron movimientos sociales con nuevos matices y más difusos y, en definitiva, una "nueva izquierda", a veces con contactos con las ideas anarquistas.

Es este momento cuando Rúa decide (enero de 1969) dotarse de un grupo de acción política propio, que se denominaría Comunas Revolucionarias de Acción Socialista (CRAS), que lo integraron principalmente jóvenes gijoneses -y alguna gijonesa- del área de su influencia. Una organización que nace con un carácter ecléctico, por cuanto se definía como "puente" entre las dos grandes corrientes hasta entonces del pensamiento anticapitalista: el socialismo y el anarquismo. En cuanto a la militancia, en una pincelada rápida, se proponía el funcionamiento democrático, la participación y el alejamiento de cualquier autoritarismo.

El seguimiento de su órgano de expresión (Comunas) permite apreciar la fuerte influencia del pensamiento comunista heterodoxo (Trostky, Rosa Luxemburgo, Emma Godman) y del anarquismo en la organización. La acción de las CRAS se extendió fuera de Gijón, tuvo cierta influencia en el movimiento obrero del momento y, a propósito de ello, prosiguió el enfrentamiento con el PCE. Sin embargo, la marcha de Rúa de Gijón y la irrupción de nuevos partidos de corte marxista en sus diferentes variantes (maoísmo, trostkysmo, disidentes del PCE ?) limitaron las CRAS. Algunos militantes, frustrados por su reducido alcance y deslumbrados por los aparatos teóricos de los nuevos grupos, plantearon en constituirse en una tendencia específicamente marxista a lo que Rúa se opuso resueltamente, pero tal enfrentamiento daría al traste con la organización. Se llegó así al final de una aventura política dotada del mejor voluntarismo, fiel reflejo de su mentor, pero que a ojos lejanos tenía escasas perspectivas.

Sirvan estas breves líneas como apretada síntesis del perfil del personaje que nos ha dejado y como homenaje a la lucha que impregnó su vida por una sociedad más justa.

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