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Refugios

La capacidad de acogida turística de Gijón y sus campañas de apoyo para los refugiados extramuros

Como el idioma internacional del turismo es lo tangible, por mucha app y realidad aumentada que acoplemos a nuestros sentidos, al final, quien quiere vender destino turístico monta todos los años, como si no hubiera un mañana, su arquitectura efímera en la Feria Internacional del Turismo de Madrid; a su vez, el visitante sale de allí con una tonelada cuché de material promocional que luego discriminará en casa, cuando haya conseguido situar en el mapa Nasáu o Aruba, y todos seguirán peleando por el turismo de calidad, unos por serlo, otros por captarlo.

Se trata, en realidad, de un eufemismo para designar a las gentes viajeras apetecibles, que son aquellas cuyo poder adquisitivo les permite dejar ganancia por donde pasan gracias a sus múltiples consumos, esos que el viajero de alpargata y mochila racanea para poder alargar los días de escapada. De hecho, hay un transfuguismo obligado de la primera categoría a la segunda. Por poner un ejemplo, los cien euros de más que pagaremos al año de luz por la subida artera de la energía cuando ésta es más necesaria, suponen un día menos de planificación viajera, depósito y medio menos de gasolina para el regreso, recalcular para la entrada familiar al parque de atracciones.

Nos van exiliando del turismo de calidad, nos refugiamos en el de trampeo y eso nos hace igual de ansiosos de escapada pero menos atractivos como clientes. Todos se pelean por el mismo segmento -otro palabro- pero son pocos y no dan para ir a tanto oasis. Por ejemplo, seguro que entre el millón y medio de turistas que recibió Gijón el año pasado estaban pero, claro, no eran todos. Y Gijón quiere petar pero preferiblemente de gentes con visa alegre.

La pequeña perversión de esta evolución del ocio y el negocio en las sociedades, se convierte en una perversión a escala, un auténtico infierno de Dante, cuando abrimos el encuadre y ahí siguen las pobres gentes estrelladas en esas fronteras que hemos subcontratado para "gestionar" la avalancha. Ahora literalmente se están congelando. Después de tanta tragedia, instalados en la calamidad diaria de vivir en condiciones infrahumanas, ahora les llega el general invierno.

Gijón, el Gijón alegre que se peta en verano, que anda estos días por FITUR desplegando sus encantos de ciudad, acaba de iniciar una campaña para recoger productos de higiene femenina con destino a los campos de refugiados. El Consejo de la Mujer ha articulado una red de recogida a través de los centros municipales. Compresas, tampones, pañales de bebé o de adulto es lo que se pide en esta iniciativa pionera que busca paliar el desastre íntimo pero absolutamente real de estas personas. Todo es un lujo para ellas.

Les pido que contribuyan, que contribuyamos a esta campaña. No hay que saber de tamaños y marcas, todas sirven. Y también que sigamos apoyando a las oenegés allí desplegadas, resistiendo el embate. Y que exijamos a nuestros gobiernos que se enfrenten a esa vergüenza histórica que nos perseguirá por lustros. Puede que poco a poco nos estén arrebatando los refugios pero nunca el de la solidaridad expresada en grandes o pequeños gestos. Sin ella sí que estaremos perdidos.

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