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Musicólogo | Crítica

Espectáculo con grandes actores pero sin argumento

"Varekai" gusta, pero no entusiasma; vence, pero no convence

La fama les precede. Cuando el Circo del Sol lanza un espectáculo la noticia aparece en los telediarios de medio mundo y, desde ese momento, la maquinaria promocional comienza a funcionar. Hace meses que sabemos de su visita, y el anuncio de la vuelta de "Varekai" a la ciudad estuvo en boca de todos. Esta compañía canadiense es conocida en Gijón y este mismo espectáculo fue visto en 2009, en una carpa instalada en el parque de los Hermanos Castro. No es un detalle menor, porque las comparaciones son odiosas y en los últimos días es habitual escuchar conversaciones comparando su emplazamiento; entre carpa o pabellón la primera sale siempre vencedora.

El Circo del Sol se define como algo más que un circo sin animales, entre los objetivos de su fundación estaba el de renovar el circo para acercarlo más al teatro, con el desarrollo de espectáculos en los que interactúan diversas disciplinas (música en directo, danza, interpretación?) y protagonizados personajes que desarrollan el argumento de la obra. Todo esto es lo que debería explicar esa magia que les ha hecho triunfar como compañía y les ha valido un nombre con mayúsculas en el circo contemporáneo. En este "Varekai" encontramos mucho de lo primero: no sólo hay acrobacias espectaculares, danza y música en directo, sino que están presentes todas las disciplinas circenses y se perciben muchas dosis de interpretación teatral. Hay mucho de espectáculo, con vestuario, maquillaje, luces y una impresionante maquinaria escénica, pero se echa en falta un discurso que dé unidad y continuidad a todos estos elementos.

El comienzo es prometedor: un número grupal nutrido de personajes crea el clima de la obra y nos introduce en un universo de bosque encantado; a continuación, irrumpe Ícaro desde las alturas y se desvanece al caer al bosque perdiendo las alas. Eso es todo, la acción queda suspendida y el hilo narrativo se desvanece hasta perderse por completo a base de números inconexos que buscan el asombro de los asistentes y otros que apuestan por el humor en busca de la carcajada. Tras casi hora y media de intervenciones (pausa de veinte minutos mediante) se pretende que el público recupere el "argumento" para celebrar la boda de Ícaro con un personaje del bosque. ¿De verdad no había un final más original para la obra? ¿No había una reescritura más digna para un personaje mitológico como Ícaro?

Más allá de la estructura narrativa, lo que nadie puede poner en duda es la calidad de todos los actores, desde los músicos hasta los cómicos, y por supuesto los acróbatas, que fueron precisos en todas las intervenciones y demostraron su gran preparación. También la escenografía es impresionante, aunque la música y el sonido en general se vio deslucido por el inevitable "efecto pabellón" del recinto. Pocos números asombraron al público, la expectativa con la que cualquiera llega a este espectáculo es muy alta, acorde con el precio de las entradas, y la sucesión de acrobacias en el escenario es rápida y continua, lo que hace que muchas de ellas no se queden en la retina. Sin embargo, en el escenario pudimos ver dos horas de trabajo impecable, todo y todos estuvieron en su sitio y a la altura de un gran espectáculo, eso sí, sin hilo argumental.

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