Gijón pasa por ser, y lo es, ciudad tranquila y segura, muy alejada de las urbes llenas de zonas conflictivas y peligrosas. Pese a esa tranquilidad y a esa seguridad, sorprende el número de desapariciones que se producen en ella sin que se sepa si son desapariciones voluntarias de adultos que quieren cambiar de vida o forzadas sin que los causantes de las mismas dejen alguna pista. Ayer mismo este periódico daba cuenta de que se cumple el segundo aniversario de la desaparición de Yolanda García Bravo, profesora, vecina de Nuevo Gijón. Salió de su casa para ayudar a unos alumnos y no regresó. La familia pide que no se olvide el caso y que las fuerzas de seguridad no cierren la investigación. El caso de Yolanda es uno más de un goteo de desapariciones en Gijón que nos lleva a pensar en los misterios que nos ofrece la vida en cada esquina y que provocan un dolor inmenso a los allegados de las personas desaparecidas. Duros trances.
