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Poética de la luz

Gijón es una fiesta. Es una delicia contemplar como cientos de familias, sí, de familias enteras se pasean por la ciudad de un rincón a otro del centro en busca del calor de un espectáculo. Como se rastrea la sonrisa de miles de niñas y niños que entran y salen de estos sin parar, como una suerte de corriente que no cesa. Y es que Feten, se ha convertido en una de las referencias absolutas del panorama europeo en la divulgación y presentación de obras para la infancia.

Es cierto que han conseguido, no sin esfuerzo, llamar la atención de programadores y de compañías -esa es la verdadera función de esta feria singular- pero a un tiempo, se han ganado no solo el respeto y la admiración de cuantos se dedican al secular arte del teatro y de la danza, del circo, sino el más difícil todavía, la empatía y la complicidad de un público que entiende que cuando algo bueno es ofertado, ofrecido, no puede ser por menos que correspondido. A este respecto, salimos de dudas sobre la gratuidad de muchas de estas ofertas programáticas, porque no queda un solo espectáculo sin público. Eso es garantía de que las cosas que bien se preparan, mejor salen y por ende, funcionan y como tales, son recompensadas.

He podido asistir -estamos aún en mitad de feria- a unos cuantos de estos espectáculos. Los números asombran. Cientos de propuestas y cientos de compañías que conviven con la ciudanía que acoge y recoge los frutos del trabajo de todos ellos entre aplausos, admiración y sonrisas.

Me ha llamado la atención la propuesta de Da-Te Danza. Compañía que ya nos ha visitado en otras ocasiones y que han presentado Akari. Omar Meza, director, explicó al principio de la obra que el término japonés significa Luz. Lo escribo de esta manera, con mayúsculas, acentuando el protagonismo que la luz cobra en la transversalidad y nuclearidad de una obra enorme por su sencilla complejidad, la belleza del planteamiento teatral -a cargo de Julia Ruíz Carazo- y de la estética propiciada y revestida de manera soberbia por Laura León.

Dos bailarines, dan vida a dos personajes, podríamos ser cualquiera de nosotros, interpelados por el llamado de la luz, el descubrimiento primigenio de esta, la horizontalidad del viaje, la naturalidad del subtexto y el descubrimiento de la propia luz interior. Un viaje que va de la intuición primera pasando por el reconocimiento de uno mismo frente al hecho físico que aquí en Akari se torna misticismo para todos los públicos. Una refinada manera de conectar el interior con la trascendencia, la potencialidad de la persona de salir para buscar y en el viaje, en el camino, encontrar esa fuerza, esa luz interior que todo lo ilumina.

La sombra, la oscuridad frente al diseño níveo de los quimonos -estética de inspiración oriental cargada de simbolismo - que sitúa a la humanidad frente al origen del ritual. Una liturgia de los emocional, un viaje al centro del corazón, del dualismo cuerpo alma platónico, es decir, lo que somos y nuestras posibilidades. Todo desde la desnudez, la ausencia de recargos innecesarios y la corporeidad de Inés García y David Barrera, bailarines jóvenes con mucho que decir desde su verdad. Verdad que ha trascendido y que ha sido comentada por cuantos acudimos al espectáculo. Aunque más que una obra, es un tiempo para el reposo, para la contemplación activa y para repensar qué somos, qué hacemos, qué miramos, por qué no brillamos o por qué somos capaces de deslumbrar. La ternura, el viaje de la emoción al amor cierra una aventura apasionante que no deja a nadie indiferente. La música, firmada por Diego Neuman Galán, otro regalo emocional.

Feten significa Feria. Pero sugiero que desde ahora, encontramos el verbo justo para hablar de Fiesta y de Felicidad. Eso es lo que nos regalan y lo que han conseguido durante estos veinticinco años que se antojan cargados de futuro con tan brillante presente. En buena hora.

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