El mercado de la cosmética mueve miles de millones de euros a nivel mundial, y la tendencia es claramente creciente. Pero también es cierto que, últimamente, se ha desvirtuado bastante porque la estética está por todas partes: revistas de la temática que sea, ferias de cualquier cosa, promociones y ofertas de tratamiento milagrosos; y, al final, nos encontramos con un exceso de información, no siempre veraz, que suele llevar a una auténtica desinformación. Querer estar más guapo, verse con mejor aspecto y sentirse bien es positivo. Por eso, defendemos la belleza global, la belleza con cabeza, para que cuidarse sea una satisfacción y no se convierta en un problema que la mayoría de las veces genera altas dosis de frustración al no conseguirse los resultados que buscamos.

Para mí, como profesional, la belleza va más allá de lo meramente físico. Crear un espacio especialmente pensado para que el cliente disfrute de los cuidados de belleza, para su bienestar, pero sobre todo para su motivación, es muy importante. Y con "motivación" me refiero a que el hecho de cuidarse hace, sin duda alguna, sentirse mejor, más contento, feliz.

El primer paso que se debe seguir, es solicitar una sesión de asesoramiento con un profesional. Una vez que se recoge toda la información necesaria para realizar un diagnóstico, y conocemos el objetivo que persigue el cliente, se debe determinar si éste es posible. Por eso, abogo por "la belleza con cabeza" o, llamémosla también, belleza honesta. Pongamos un ejemplo: una consulta para elevar unas mamas caídas, y además aumentar su tamaño para que recuperen el aspecto que tenían hace 20 años, únicamente con medios estéticos.

Yo, como profesional, una vez evaluado este caso, diría que no es posible; así que nunca aconsejaría a esa persona que se lleve una crema reafirmante de pecho, por mucho que el prospecto de ese producto prometa maravillas, ni a ofrecer un tratamiento en cabina, por mucho que la publicidad de esa máquina se ofrezca como alternativa a la cirugía. En este caso en concreto, lo que se requeriría, sin duda, es cirugía, y así se debe informar al cliente.

En belleza, es imprescindible el asesoramiento profesional, porque pocas veces coincide lo que uno cree que tiene y necesita con la realidad. Y más si hablamos de cosmética, donde una falta de asesoramiento o una prescripción errónea acarrearán unos resultados nefastos.

Los errores más frecuentes

Compras compulsivas. Es frecuente comprar un producto guiándonos únicamente por la excelencias que promete, y al final, nos encontramos con que la expectativas no se cumplen.

Tratamientos milagros. Lo mismo ocurre con los tratamientos cuando, por ejemplo, lo que el cliente quiere es quitarse grasa de la barriga y lo que hace, sin ningún tipo de asesoramiento profesional, es aplicarse "presoterapia" porque es barato.

Cosmético bueno, cosmético malo. Dependiendo de donde se venda, al cosmético se le presupone bueno o malo cuando lo que importa y marca la diferencia son los ingredientes.

El producto más caro es el mejor. Un coste muy elevado no garantiza la calidad del producto y, menos aun, si no es el adecuado para nuestra piel. Eso sí, hay un coste mínimo por debajo del cual es imposible ofrecer un producto con garantía.

Productos naturales versus químicos. Creer que lo "natural" es siempre bueno y lo "químico" malo no tiene en cuenta que muchos productos naturales son potencialmente alérgicos sobre la piel.

En definitiva, los tratamientos faciales y corporales funcionan. Y ofrecen resultados sorprendentes, como pueden confirmar todos los clientes que han confiado en mí, porque hacen que consigamos un equilibrio global que nos hará sentir bellos, cuidados y sanos. Pero eso sí, siempre que al cliente se le ofrezca toda la información y un verdadero asesoramiento profesional, para que pueda tomar la decisión más adecuada.

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