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¿Qué es el feminismo?

El debate que suscita una lucha que va creciendo paulatinamente en conocimientos y actitudes

Me comenta un amigo que el feminismo, algunas veces, engaña. Que un hombre y una mujer cobren lo mismo, obtengan el mismo respeto y cuenten con las mismas posibilidades resulta, como poco, una obviedad. Que es cierto que es una lucha digna, pero que no siempre ha sido pulcra. Que no ha visto pelear a nadie porque una mujer hiciera el servicio militar en su momento -cuando era de carácter obligatorio y con poca recompensa- y sí lo ve con nuestro ejército, que es trabajo estable y remunerado. Me dice que ahí, por poner un ejemplo, no hubo lucha. Que si defiendes la igualdad también sea en un juzgado, cuando la madre suele quedarse con los hijos después de una separación. Que en nuestros días feminismo debería llamarse sentido común.

Fue una charla tensa en la que se confundieron términos básicos, como la distinción entre el movimiento que analiza nuestras carencias y el inicio de la gran utopía. Más aún, la respuesta no la di yo, sino que fue la invitación a un evento que en ese momento recibía en el móvil la que demostró lo oculto que está el machismo en nuestros días. El acto consistía en la lectura de algún texto feminista, un posterior debate y un par de conciertos en una conocida discoteca. En dicha invitación se exponía una cuestión tan simple como el momento en que una mujer acepta entrar invitada a este tipo de locales, donde es práctica común el que nosotros paguemos y ellas no. Pues bien, esto las convierte -sin darse cuenta o sin querer verlo- en mercancía. De eso hablaba la invitación. De que aceptar una posible ventaja convierte a la mujer en una asalariada indirecta, cuando recibe un beneficio por algo que el otro anhela, en este caso su cuerpo. Y es cierto que he conocido feministas que recitaban sus postulados de memoria para luego entrar gratis a un bar, cuando he encontrado casos que se negaban a ello -no podría describir la cara del portero cuando sucedió- pero que desconocían figuras tan básicas como Mary Wollstonecraft, una de las pioneras y "la primera de un nuevo género", como decía en una de sus cartas a su hermana Everina. Y es que todo camino se nutre de senderos que lo bifurcan, que no siempre llevan al mismo sitio.

Con todo, la lucha del feminismo va creciendo paulatinamente, en conocimientos y en actitudes, y busca una llamada de atención sobre la sociedad que ignoramos. No le falta razón a mi amigo en la obviedad de sus cimientos, pero ojalá pensáramos todos así. Porque el feminismo es la voz para un debate presente, pero el sentido común aguarda en el patio del colegio de nuestros hijos. Y ahí es donde reside la verdadera senda hacia la democracia. Y sólo hemos empezado a caminar.

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