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Paseín

El pasado domingo fui en autobús a Cabueñes a ver a un amigu del alma y coño, daba gusto, pues los pasillos, así como los ascensores, plenos de muchedumbre a diario, estaban desiertos. Tras la gratificante visita a mi erudito Falín "El Catedráticu", al que encontré muy bien y es placer charrar con él, decidí bajar andando y por el trayecto, con el sol justiciero en el que busca la sombra el perro, hice un alto en la patria de Luis Amado, en la coqueta ermita de La Guía (precioso artesonado, pintureras "vidrieras" y pobre imaginería, que diría el críticu José Antonio Samaniego).

Seguí por la vera del Piles y las huestes del Rastro me conminaron a adentrarme en el Parque. Allí, donde los columpios, leí LA NUEVA ESPAÑA (al modo como lo hacia mi abuelo mientras yo montaba en "El cocodrilo" y en "La ruedona") y enfilé por el subterráneo camino del Muro. La muchedumbre, hacía que tal pareciera el día de les carroces o la noche de los fuegos. En el arenal de nuestra "can playa" no cabía una mascota más en perfecta simbiosis con los aprendices de surfistas (había poca playa y no se jugaben partidos de futbol). Por el paseo iba acordándome de un día en el que me tope con Ramón "El Colorau" y Dioni Viña, día en el que ambos me abrazaron diciéndome: "Yes el primeru que conocemos". Bueno, yo saludé a José Antonio Mases ("en el Rastro venden libros de Platón a un euro"), al notario magistrado Ángel Aznárez (con sus inseparables cascos bilingües), a una hija de Miguel Díaz Negrete y a Santi padre, el de la Cafetería Hurlé 15.

Quizás por mi cardiopatía llegué mayau, pero ¿saben?, esta ciudad ye guapa a más no poder. ¡Viva Gijón!

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