La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Por libre

"Je suis" Antroxu

De cómo una antipatía por los disfraces tornó en el descubrimiento de que dentro de mí habita un trasgu

Durante muchos años de mi vida he de reconocerles que no fui yo lo que se dice una persona muy amante de carnavales ni de disfraces. Es más, hasta me provocaban un cierto disgusto estas fiestas. Creo que esta animadversión o antipatía mía con todo lo relacionado con el carnaval se explica con un episodio de mi infancia que paso a relatarles a continuación.

No tendría yo más de ocho o nueve años, cuando mientras jugaba felizmente en el parque, ataviado con un disfraz de payaso que mi madre me había hecho tras elegir y comprar ella misma la tela, otro niño (tal vez fuera una niña, que para estas cosas son muy suyas), se me quedó mirando fijamente y me preguntó, recuerdo que con cierta sorna, de qué iba disfrazado. Aquello fue un golpe realmente duro para mi orgullo infantil, que hizo que nunca más quisiera volver a ponerme aquel disfraz (y que seguro tantas horas había llevado a mi madre coser), ni durante largo tiempo, como ya les he dicho, ningún otro.

Pero como el amor lo cura todo, hasta un trauma infantil, todo esto cambió cuando comencé a salir con la que hoy es mi señora esposa, quien al contrario que yo disfrutaba enormemente con el Antroxu (debió ser con ella la primera vez que escuché referirse así a nuestras fiestas de carnaval). Con ella lucí en años sucesivos disfraces de lo más variopinto: de asturiana, de niño de Primera Comunión, de Cupido, de emperador romano, de vaquero (uno de los disfraces más socorridos para los chicos, después del de monje), de hada madrina? pero eso sí, jamás de payaso (a tal nivel de curación no llegué). Gracias a aquellos disfraces descubrí que dentro de mí, escondido, existía y creo que sigue existiendo una suerte de trasgu muy dado al exhibicionismo. Y nada mejor que una fiesta como el Antroxu para que ese trasgu salga a hacer de las suyas.

En el caso de nuestra hermosa villa marinera, como bien saben todos ustedes, a la cena de Comadres (a cada año que pasa, con más compadres en danza, a la búsqueda de ellos sabrán qué), con la que se dio el pistoletazo de salida al Antroxu, le ha seguido todo un programa rico de actividades y eventos, destacando las actuaciones y el concurso de charangas, el multitudinario desfile de ayer lunes y por supuesto, el célebre entierro de la sardina, que tendrá lugar hoy y con el que se pone el punto final (o punto y seguido, hasta el año que viene) a las fiestas.

Este año además, no será una, sino dos las sardinas (siamesas por más señas) a las que se les dará el debido y merecido sepelio: Paca y Tola; aunque yo me haya tomado la licencia de rebautizarlas como Metrotrina y Muselina. Trina y Lina, para sus más íntimos. ¿Adivinan el motivo?

Sé que podrá sonar a vulgar chovinismo (nada malo hay por otra parte en defender y ponderar lo proprio, si se respeta lo ajeno), pero no hago sino dar mi humilde opinión: ni los Carnavales de Tenerife o Cádiz y ni tan siquiera los de Venecia, hacen sombra a la folixa carnavalesca del nuestru Antroxu. Y no sé ustedes pero yo lo tengo muy claro: 'Je suis' Antroxu, porque si no lo digo reviento: a mí plin con el Halloween.

Compartir el artículo

stats