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Crítica / Música

El piano se impone con Prokofiev

Juan Barahona brilló en la cita con la OSPA

El programa estaba lleno de atractivos y contaba con obras que no son habituales en los teatros, pero fue la actuación del joven pianista Juan Barahona la que se llevó la merecida ovación de la noche por hacer brillar en su justa medida el "Concierto para piano nº 2" de Sergei Prokoviev. En un recital que combinó los ciclos "Orígenes" y "Rusia esencial", desarrollados por la OSPA en esta temporada, se dieron cita obras con lenguajes muy diversos, y el resultado fue una cierta descompensación: el torrente de sonoridades e ideas originales de la primera parte hizo que la cuarta sinfonía de Beethoven sonara muy conservadora y hasta convencional tras la pausa.

El primer protagonista de la noche fue el director invitado, David Lockington, que firma la pieza que abrió el concierto. La "Ceremonial Fantasy Fanfarre" (2009) arrancó con fanfarria (de trompeta). Es una pieza de armonía extendida y con protagonismo del viento metal, construida con motivos breves y escurridizos que se suceden hasta llegar progresivamente a un pasaje más dramático. Aquí, los retardos y la rica paleta tímbrica, en la que encontramos campanas, metalófono y otros instrumentos, nos traslada al lenguaje sinfónico de la música de cine.

Fue un buen aperitivo para lo que sería la gran obra de la noche, el "Concierto para piano y orquesta nº 2" de Prokofiev, espectacular en manos de Juan Barahona. Este joven pianista se adueñó de la obra desde los primeros compases, y marcó la pauta tomando la iniciativa en los continuos cambios de aire a lo largo de los cuatro movimientos. Esta obra de juventud del compositor ruso demuestra su capacidad para innovar en el lenguaje pianístico y su maestría a la hora de engarzar recursos imaginativos con fraseos melódicos románticos plagados de disonancias. Barahona imprimió carácter a los pasajes percutidos y la orquesta estuvo soberbia dialogando con el solista y aportando dinámicas y detalles tímbricos. Especialmente notable fue el solo de piano en el primer movimiento y la súbita resolución del "Finale" que apagó la obra casi por sorpresa, demostrando el control del pianista en todo momento. Virtuosismo, alma y buen gusto que desató la ovación a Barahona. De propina, "La danza de la moza donosa" de Ginastera.

Faltaba Beethoven. En esta ocasión fue la cuarta sinfonía, ni heroica, ni trágica, más bien sosegada, tanto que el Adagio inicial parece un despertar. Todo es orden, simetría y equilibrio clásico. David Lockington demostró su buen entendimiento con la OSPA; dirigió la obra sin partitura y empleándose a fondo con la gestualidad para que todo sonara en el momento preciso. La orquesta respondió como un reloj y la cuarta de Beethoven sonó como debe sonar. La ovación fue merecida, y confirma el aprecio que la ciudad tiene al director inglés, que hace un año era ovacionado con Mussorgsky y hace tres con la quinta de Beethoven. Fue una gran interpretación, pero una obra muy comedida después de Prokofiev.

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