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Crítica / Música

Emoción contenida a la guitarra

Rubén Abel Pazos demuestra su versatilidad con un repertorio variado

Lleno hasta la bandera; el patio del Museo Casa Natal Jovellanos se quedó pequeño en la tarde del pasado viernes para acoger a los espectadores del concierto de Rubén Abel Pazos. A los habituales del ciclo "Los conciertos del museo" se sumaron amigos y alumnos de este profesor de guitarra del CONSMUPA, y las ovaciones fueron sonoras desde la primera pieza. No fue para menos, este músico dio una lección de versatilidad afrontando un repertorio variado con obras de lenguajes, tradiciones y técnicas muy diversas, y en todas ellas consiguió transmitir el tono adecuado, sin caer en manierismos ni excesos y sin robarles ni un ápice de emoción.

Bach fue el elegido para abrir el concierto, en concreto una selección de danzas de la "Suite a-moll für laute", compuesta para clave-laúd, un instrumento de la época parecido a un clavecín. Bach siempre es complicado de interpretar, pero quizás más a la guitarra: las voces se multiplican, a veces se superponen, y exigen una cuidada técnica para que no queden enterradas en la arquitectura musical. Rubén no tuvo problemas para hacer avanzar la pieza por progresiones y modulaciones con seguridad, cuidando los matices y las dinámicas en la "Sarabanda" e imprimiendo el característico patrón rítmico a la "Gigue".

Muy diferente sonó la "Elegía" de J.K Mertz, una obra plenamente romántica que discurre pausada, recreándose en la melancólica melodía. Los cambios de aire entre fraseos con retardos y pasajes con veloces arpegios fueron sublimes, y la preparación de las cadencias bien desarrollada para lograr transmitir toda la emoción de la obra. Lo consiguió, porque a los aplausos se sumaron los primeros "bravos". El "Capricho diabólico" de Castelnuovo-Tedescho fue un nuevo cambio de tercio; es una de esas obras que gusta a los intérpretes, pero resulta más difícil de escuchar para el público. Como su propio nombre indica, la pieza es endiablada, con constantes y súbitos contrastes y una melodía de registro muy amplio. Una exhibición de virtuosismo.

Y, para cerrar el programa, un valor seguro: Joaquín Rodrigo. Las "Tres piezas españolas para guitarra" sonaron contenidas, históricamente informadas y sin dejarse llevar por los afectos ni por giros efectistas. Tres danzas que sonaron estilizadas: el "fandango" cargado de elegancia, la "Pasacaglia" más contemporánea que andaluza, a pesar de la cadencia frigia y el ostinato, y el "Zapateado" con patrón vivo, pero sin desenfreno.

La ovación garantizaba la propina, que el guitarrista no tuvo que presentar; los "Recuerdos de la Alhambra" de Tárrega son fácilmente reconocibles, alguno parecía incluso querer tararear la famosa melodía que construye el trémolo a lo largo de toda la pieza. Fue el broche perfecto para el concierto. Rubén Abel Pazos quiso agradecer la labor de las "Juventudes Musicales de Gijón" que organizan el ciclo, y aprovechó para recordar que su primer concierto en la región había sido diez años atrás en ese mismo escenario.

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