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Tormenta de ideas

Malas compañías

De la importancia de escoger bien las amistades

Ay, reina de mi corazón. Ay, Letizia con z. Que a ti las cosas te salen como a Espe, o sea muy, pero que muy mal. Que estáis rodeadas de chorizos y ni siquiera los oléis. Y oler huelen, te lo juro. Todos nos acordamos del mensaje a tu compi yogui cuando las tarjetas opacas de Caja Madrid, ése que decía: "Sabemos quién eres, sabes quiénes somos. Nos conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde. Un beso compi yogui (miss you!!!)". Y mira que con esto del yoga me acabas de dar un disgusto porque, claro, todos los que lo practican también meditan (ayer vi a Richard Gere en la tele y entre tanto yoga y budismo casi me convenció con aquella luz que desprendía, ¡mira que sigue siendo guapo el condenado!) y como que me apetecía meterme de lleno en la materia, a ver si así alcanzo esa paz que tanta falta me hace, habida cuenta del trabajo que realizo, entre otras varias cosas de la vida que llevamos.

Pero claro, visto lo visto, no me parece que le haya servido de mucho la disciplina para estar, al menos, que es lo mínimo que se espera, en paz con uno mismo para no pagar comisiones a diestro y siniestro, presuntamente. Porque ahora no sé qué mensaje le vas a mandar, pero me parece que no va a haber manera de que insistas en que sabes quién es, porque entonces, querida reina, malo, muy malo. Que le han pillado con las manos en la masa, o sea, en los dineros, que es por cierto donde las tienen prácticamente todos. A ti te pasa como a Espe, que nada, tenéis un ojo para escoger amigos que Dios os los conserve. Porque Esperanza lloraba y todo al hablar de Ignacio González, algo que no me extraña, porque yo si soy ella, me voy directa al psiquiatra a que me recete Prozac y ansiolíticos, que tiene que estar con una depre como para no levantar cabeza. Oye, que tiene que ser muy duro ver cómo tus íntimos amigos, en los que confiabas y encima les dabas el dinero de todos los madrileños, se lo ingresan en sus bancos allende nuestras fronteras y que acaban todos en el trullo, y esto tiene que doler bastante, porque ella no se habrá pringado (no lo necesita, tiene más que de sobra), pero algo a sus inteligentes oídos tendría que haber llegado, o quizás en la política son todos como los tres monitos: ni escuchan, ni ven ni hablan.

Así que, Esperanza, tus lágrimas ya llegan pelín tarde, y a las dos, qué queréis que os diga: quien tiene un amigo, tiene un tesoro, pero a ser posible que el tesoro sea espiritual y no lo consigan con el dinero de todos los españolitos, que estamos un poco más que hartos. A escoger mejor las amistades, que ya tenéis edad para no andar con malas compañías.

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