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La muñeca impertérrita

Días atrás vi en la dos de Televisión Española la película de Pedro Olea "No es bueno que el hombre esté solo". En ella, el actor José Luis López Vázquez convive con una muñeca de tamaño natural. Según confesó el director en su momento, la censura franquista se encargó de convertir en casta una relación hombre-muñeca, que el autor quería que fuera todo lo contrario.

Hace unas semanas un individuo encargó la fabricación de unas muñecas de tamaño natural representando diferentes razas y vestidas de manera distinta para uso y disfrute de aquellos clientes caprichosos que tuvieran a bien acudir al piso donde se alojaban las jóvenes vírgenes (se supone, puesto que eran de reciente factura), a pasar un rato de imaginación y relax. Pero el integrismo excluyente imperante en temas de salud sexual causó una especie de ridícula alarma social, y con la ayuda de los medios por la originalidad del invento, acabó de convertirse en noticia para una sociedad que no lee ni a los clásicos ni conoce la historia horizontal de las distintas civilizaciones y épocas, y cuyo caso fue objeto incluso de investigación policial hasta el punto de que el fabricante de sueños plastificados cerró el piso.

Como dijo el director Pedro Olea, la censura de entonces estaba empeñada en ser coautora de las obras de creación. Hoy, los feminismos radicales quieren cercenar la creatividad y acorralar el disfrute ajeno. Hay incluso un código ético que parece ser circula por ahí, que algunas editoriales muestran a sus autores para que se frenen en sus desenfrenos erótico-creativos para evitar que grupúsculos integristas hagan saltar por los aires la obra de ficción con la consiguiente pérdida económica, siempre con la anuencia de algunos medios empeñados en seguir la corriente a este fenómeno represor, que estigmatiza todo lo masculino y quiere convertirlo poco menos que en pecado, como se decía antes, o lo que es peor, en una caciquil intromisión en la privacidad y el deleite ajeno, con la ayuda del politiqueo de ocasión que se encargan de llevar a los juzgados todo asunto que suene a diversión por la vía sexual y aledaños.

Hemos pasado de la época del destape en los años 80 hacia una involución de engañosa progresía en un avance invasor y destructivo de libertades, que va camino de convertir la sociedad en un puritanismo victoriano; se dice que la reina Victoria de Inglaterra mandó cubrir las patas de las mesas con los manteles porque podían recordarles a los hombres las piernas de una mujer, mientras ella tenía de amante a un sirviente indio.

La doble moral y la reacción siempre han convivido por la vía del extremismo. La frustración insuperable de grupos marginales y el ejercicio de las elementales libertades de la convivencia cívica chocan en estos tiempos de falsas conquistas sociales. En apariencia dicen que se avanza hacia una sociedad más libre y liberal mientras se estigmatiza todo lo masculino, se persigue el goce en privado, se niega la orgía a las pobres muñecas silenciosas y se busca, como antes hacía la iglesia, el modo de meterse en la cama de la gente a ver qué es lo que hace sobre las sábanas.

Al final de la película, para acallar tanta injuria y demostrar su valentía ante una sociedad retrograda, José Luis López Vázquez se presenta a un banquete de lujo en su honor acompañado de su muñeca impertérrita. ¡Qué vuelvan las muñecas plastificadas!

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