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De helicópteros a submarinos

El error de los padres obsesionados con la sobreprotección de sus hijos

Es muy probable que algunas personas leyendo el titular de la presente columna pudieran pensar que el tema que quiero compartir con ustedes tuviera que ver con la industria armamentística o con cualquier argumento relacionado con la guerra. Nada más lejos de mi intención. Porque de lo que quiero hablarles es de la noticia que publicaba LA NUEVA ESPAÑA el pasado miércoles, 26 de abril, según la cual en nuestra región desde hace algunos años habrían aumentado los casos de menores que maltratan a sus padres. Y dentro de los diversos perfiles que mostrarían los agresores, hay uno que quizás llame la atención por encima del resto: el de aquellos menores que fueron criados por lo que se conoce como "padres helicóptero".

Les confieso que aun siendo padre de dos preciosas niñas no tenía ni idea del uso y significado de este término, que por lo que me he enterado habría sido acuñado ya en 1969 por Haim Ginott, un afamado psicólogo infantil, en su libro "Entre padres e hijos", un referente al parecer para los estudiosos de la materia. Con el curioso apelativo, Ginott quería referirse a aquellos padres que sobreprotegen a sus niños, 'sobrevolando' sobre ellos cual helicóptero en permanente estado de vigilancia y alerta, anticipándose de inmediato a cualquier situación que, a su entender, pudiera entrañar algún tipo de riesgo para sus hijos. Sin embargo, esta forma de actuar, a veces casi obsesiva, lejos de ser beneficiosa podría paradójicamente resultar dañina para el correcto desarrollo psicológico de los niños.

Los "padres helicóptero" nunca descansan. Pretenden que a sus hijos no les falte nunca de nada, les solucionan todas las dificultades que puedan tener y jamás permiten que el niño pueda sufrir la sensación del fracaso. Sus intenciones, faltaría más, son perfectamente entendibles, pues solo buscan que sus retoños sean felices en el presente (y cuanto más mejor). Bajo su manto protector, los niños crecen sin resolver jamás por sí mismos un problema. Si ustedes se pasan por un parque infantil, seguramente habrán visto esa escena en la que un niño sube por las escaleras de un tobogán, mientras su padre le protege en su ascenso de una eventual caída, su madre le espera al otro lado y por si fuera poco, los abuelos no pierden tampoco de ojo al pequeño. Porque por supuesto también existen los "abuelos helicóptero", aunque no sé si alguien se habrá referido a ellos también de esta guisa.

En todo caso, el verdadero problema es que esa felicidad del presente, según muchos expertos, lo que acaba por traer es la frustración y la infelicidad en el futuro; cuando en la adolescencia, los menores que fueron sobreprotegidos en su niñez, son incapaces de enfrentarse a la menor dificultad que la vida pudiera depararles. Y es entonces cuando esa frustración pudiera acabar degenerando en violencia justo hacia aquellos que creían haber educado a sus niños de modo correcto.

Frente a este tipo de educación, los mismos expertos lo que aconsejan es otro tipo de conducta, que sería la del "padre submarino", por aquello de mantener una cierta correlación semántica. Así, en contraposición al "padre helicóptero", el "padre submarino" permanecería en todo momento escondido (como un submarino sumergido en el océano) en un segundo plano, sin que el niño perciba su presencia, pero siempre con su 'sonar' activado por si fuera requerida su intervención. Pero solo en aquellos casos en los que el niño fuera incapaz por sí mismo de resolver un conflicto.

Es natural y lógico que deseemos que nuestros hijos sean felices, pero no podemos obsesionarnos con que por un lado sean los mejores en todo aquello que realicen (muchas veces obligados por nosotros, sus padres) y por otro al mismo tiempo, queramos que no sufran lo más mínimo para lograrlo. Con toda esa cantidad de actividades extraescolares a las que sometemos a los niños, pensando que les será de provecho en un futuro, no hacemos sino robarles en parte su infancia o su derecho también a aburrirse. Porque, ¿quieren además que les diga una cosa?: en esta sociedad actual tan competitiva y tan cambiante, lo que hoy consideramos vital e imprescindible para alcanzar el éxito, quizás mañana mismo no lo sea. Es algo que me viene siempre a la cabeza cuando en casa de mis padres veo la vieja máquina de escribir, abandonada encima de un armario. ¿Recuerdan lo importante que era hace años escribir a más de doscientas cincuenta pulsaciones por minuto?

Hagamos un favor a nuestros niños: dejemos que se comporten como tales. Y de paso tratémoslos también como tales y no como adultos. Dejemos que se caigan y aprendan a levantarse. Porque si siempre somos nosotros quienes les levantamos, cuando no estemos tras ellos, no sabrán ponerse en pie. Evolucionemos de helicópteros a submarinos. Yo el primero.

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