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Presunción de ignorancia

Supresión de la asignatura de Literatura Universal en Bachillerato y espera eterna por la música en directo en los bares

Antes de saber que dopaminas y endorfinas eran las responsables de subirnos la moral cuando la cruda realidad nos la hace trizas, que leer o escuchar música genera esos flujos para la esperanza; antes de que artículos de divulgación científica me corroboraran lo obvio, yo ya vivía instalada en esa obviedad salvadora. Ningún disgusto de la vida se ha resistido a abrir un libro o escuchar "esa" canción, aunque fuera para llorar a página abierta o a decibelio limpio. Pero siempre llega el momento de sorberse los mocos y seguir, y el libro y la música continúan ahí para desbrozarte el camino.

Andan las literaturas y las músicas revueltas en estos tiempos de descreimiento en que precisamente tanta falta hacen. Por un lado, nuestros legisladores, que quieren hacernos listísimos y polivalentes a base de compartimentar, podar y burocratizar el conocimiento y las ganas de adquirirlo, han decidido suprimir la asignatura de Literatura Universal del Bachillerato.

Si las clases de literatura consisten en memorizar autores y obras que no se han leído y a los que se coge ojeriza antes de asomarse a una de sus líneas, yo también las suprimiría, la verdad. Pero todavía hay profes capaces de sacar un rato y pararse a leer en voz alta en clase como en mi adolescencia nuestra querida Amparo Vega, con su perfecta dicción y su carmín hipnótico.

Fuera literaturas, que si las quieres ya las buscas -digo yo que pensarán los artífices de la mutilación- pero cómo buscar lo que no se sabe que existe porque ni siquiera se ha rozado con los ojos. Al igual que se nos llena la boca con la necesidad de generar públicos para nuestras artes escénicas y musicales, y llevan los músicos asturianos más de un año esperando a que el Principado cumpla la promesa de resolver el vacío legal que impide que grupos puedan tocar en directo en los bares.

Es, en realidad, una redacción deficiente de la ley de forma que, a igualdad de decibelios, permite que una canción pueda reproducirse pero no cantarse en directo, aunque lo segundo sea cultura al cubo, espectáculo, actividad económica y más endorfina que lo primero. El propio Gobierno autonómico dijo tenerlo claro con tanta rotundidad que pareció sincero pero finalmente no lo hizo, y bares y músicos están dolidos y movilizados. Así que aquí tenemos otra mutilación, en este caso, por omisión.

Para completar el panorama está esa normativa desactualizada que penaliza la reventa de entradas de los conciertos de música en los aledaños de un estadio pero no pone trabas al abuso descarado y perfectamente organizado de la reventa online. Hasta Bruce Springsteen puso el grito en el cielo al ver que las entradas de su gira española se agotaban en minutos y luego eran revendidas a precios prohibitivos. En este caso es normativa estatal, además de autonómicas, y también se está en ello pero seguimos a la espera.

Eso sí, España es el primer destino turístico mundial según el World Economic Forum, entre otros soles, playas y alegrías, por su patrimonio cultural. Gobierno y asociaciones sectoriales han propiciado la creación de las marcas Sounds From Spain, para promocionar por el mundo nuestras músicas, y Spain Live Music, que es lo mismo pero con nuestros festivales y directos. Ya ven, presumimos fuera de lo que luego nos escatimamos en casa. Extraño y sumamente peligroso modelo de ahorro. No hay capacidad de creación sin cultura. Acabaremos teniendo que presumir de nuestra ignorancia. No hace mucho, lo hicimos; es sólo seguir yendo hacia atrás y enseguida llegamos.

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