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Romerías en concurso de acreedores

La reclamación de la SGAE sobre las fiestas de prao amenaza la oportunidad de trabajo para los artistas

En el mismo país en el que se puede comprar un banco por un euro, o en el que el gobierno diseña una amnistía fiscal a medida de los grandes evasores, las romerías de pueblo languidecen, incapaces de arañar los duros necesarios para pagar unas deudas añejas cuya cuantía es calderilla en relación a todas las cifras de la macroeconomía anterior, incluido el euro simbólico.

Es un buen indicador de por dónde van los tiempos y cuáles aspiran a ser las señas de identidad de la sociedad en la que vivimos. Nuestra niñez de fiestas de prao nada puede hacer ante la regla sagrada que dicta que las deudas han de saldarse, aunque luego esta misma norma sabe flexibilizarse, si llega el caso, casi nunca cuando se trata de barrios y parroquias, salvo que medie una recalificación.

Conste que el Tribunal Constitucional acaba de tumbar la amnistía decretada por el gobierno en 2012, por unanimidad y con una sentencia clara, casi transparente, como de sentido común. Yo envidio la clarividencia con la que estas señoras y señores de intachable carrera judicial hablan a través del magistrado ponente y se les congratulan hasta en la más periférica pedanía.

Si el estado está para hacer cumplir la ley -viene a decir el Constitucional- no puede redactar normas para amparar a quienes se la saltan a lo grande, porque deja desasistidos y en justificado pasmo a quienes cumplen todo el rato y, pese a ello, son sistemáticamente tratados como sospechosos habituales.

Yo estoy por pedirle al Constitucional un poco de doctrina para nuestras romerías, a ver si me lee la mente como lo ha hecho con la amnistía y decreta que una deuda de cuantía menor no puede llevarse por delante una tradición que, además de cohesión y buen rollo vecinal, propicia que las gentes del espectáculo sobrevivan al desierto del invierno.

Curiosamente, es la SGAE la acreedora de esos dineros, de la época en la que se programaban las fiestas sin comunicar el repertorio a la sociedad de gestión para que aplicara la tarifa que permite compensar a los correspondientes autores. Ahora ya se cumple pero sin haberse puesto al día de las deudas anteriores, inabordables para una comisión de festejos que se las tiene que ingeniar por sacar unas pesetillas cada verano para las fiestas de su parroquia, trabaja gratis en ellas y encima tiene que lidiar con ingratitudes.

El ayuntamiento de Gijón está mediando en el asunto pero éste se halla en punto muerto. Y yo no digo que haya que amnistiar a los organizadores de nuestras romerías, entre otras cosas porque no le estaríamos perdonando unos dineros públicos sino las legítimas ganancias de unos profesionales con derecho a cobro.

Pero pienso que habrá que buscar soluciones imaginativas que den continuidad a las fiestas de prao porque eso es bueno para todos, incluidos los artistas. No vaya a ser que nos arrepintamos cuando sea tarde y a las romerías se las lleve por delante la especie invasora del botellón, ése que todo lo fagocita sin necesidad de hacer gasto en cultura.

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