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Animalillos de Dios

Más humanismo y menos animalismo

No es que no me gusten los animales. Quiero que quede muy muy clarito. He tenido un perro durante 14 años que era mucho más que un perro, era mi amigo, mi compañero y lloré su pérdida de tal forma que juré no volver a pasar por ello nuevamente. Puestos a pensar, los gatos la verdad es que los odio. Hombre, todo tiene su por qué, mi madre contaba que un gato que tenían se volvió como loco, se le erizó el pelo y corría como un poseso de lado, de un extremo a otro de la cocina bufando y a toda velocidad, mientras ella y sus hermanas estaban subidas a una mesa presas del pánico. Con este relato y el inmenso gato que teníamos en la Escolar, la librería de mi padre y abuelo, que más que un gato parecía un perrazo enorme, siempre inmóvil y con cara de mala leche, echando la patita a ver si te pillaba, encima del mostrador, pues va a ser que los gatos no. Por otra parte, las gallinas son algo que no puedo soportar, debido a otra experiencia traumática, en la que me encerraron en un corral lleno de gallinas y gallos que azuzaban mis encantadores primos mientras revoloteaban a mi alrededor, y yo chillaba como una posesa. Los bichos, los de prao quiero decir, pues tampoco. Y es que ni las mariquitas, oiga, porque vuelan y se te meten por la cara y vaya, que no. Para qué hablar de ratones o cucarachas (esas no puedo ni nombrarlas), y los únicos bichos que no me molestan porque viven conmigo y forman parte de mi casa y de mi vida son las hormigas, que tienen gracia, cómo se llevan las migas entre varias, cómo recogen los cadáveres y se los llevan, etc... Lo que es pura antropozoología (me la acabo de inventar), pero me entretienen en las tardes de verano. Pero con lo que no puedo es con las palomas. Me imagino mil millones de formas de mandarlas a volar, pero al cielo de las palomas. Son realmente repugnantes y resulta que estamos totalmente invadidas. ¿Qué te estás tomando una cerveza? Pues te verás rodeada de mogollón de ellas que se pelean por la miga que se te acaba de caer. Y si tienes la mala suerte de mirar para otro lado cuando tienes el pincho en la mesa o levantarte un segundo, olvídate porque allí están, sobre tu mesa, para llevarse todo lo que puedan, con el asco que me dan y la de enfermedades que transmiten. No hay cosa que más me guste que cuando viene un gorrión y les quita delante de sus narices el trozo de tortilla, me siento entonces totalmente realizada. Que se joroben. ¿No sabrá alguien algún método para que no sobrevuelen mi ciudad y me dejen en paz de una puñetera vez? Es lo que tenemos las señoras mayores, que vamos cogiendo manías. Pues eso, cuando vean palomas, se acuerden de mí, tirada cuan larga soy en plena calle porque un montón de ellas se pusieron a volar a mi paso por un gracioso que las espantó. No puedo, es que no puedo. Estoy pensando que quizás no sea políticamente correcto este artículo? Más que nada por los animalistas, pero oigan, es que yo, qué quieren, soy mayormente humanista.

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