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Otra maldita tarde de domingo

A mis treinta y cinco...

? estas son algunas de las lecciones que rescato, como examen contra mí y ante el beneficio o la crítica que suponga, siempre y cuando tu extrema juventud no te obligue a ignorar correctamente cada una de estas palabras.

De la literatura, que sólo sirve para algo en apariencia inservible: definir quiénes somos. Has de ser feliz en la ficción. Jamás especules y muestra lo mejor a cada momento. Distingue entre literatura y comercio literario. Nada hay gratis, así que tú eliges qué precio quieres pagar. Jamás pidas perdón. Nunca des las gracias por publicar un libro. Medita si puedes compaginarlo con una vida en pareja, ya que se trata de una apuesta que no termina. Sólo triunfa lo que avergüenza. Cuida de los verdaderos amigos. Escucha a todos, pero confía sólo en ti. Estudia a diario, a sabiendas de que siempre serás mediocre. Especialízate, a sabiendas de que no existe la originalidad. Sé pasional. Sé necesario. Distingue al autor y al personaje, y enjuicia positivamente a tu enemigo si así lo merece. Compite sólo contra ti mismo. Pide perdón, porque se dará el caso. Conoce tu reacción en los demás y poténciala. Piensa en una buena historia, el resto es repetición. Busca tu parcela. Olvida la imagen del poeta y concéntrate en la poesía. Cuando un tema te escoja, estudia posibles disfraces: lo desarrollarás durante toda tu vida. Sé feliz leyendo. Olvida las obligaciones con tus amigos y concéntrate de vez en cuando en los clásicos. Mide cada palabra. Sé sustancial. Aprenderás si algún día llegas a dar clases.

De la vida, corrígela igual que escribes, porque sólo en la búsqueda del infinito encontrarás tu lugar. Siente orgullo en tu esfuerzo y ayuda al resto, porque llegará el día en que acabe tu trabajo. Y cuando esto ocurra, otros llegarán con distinta voz, y tendrán la solución para todo.

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