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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

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Artes marciales

Los líos de la Protección Civil local y un pez que se hizo famosete

A Bernardo Canga, recién cesado como responsable del contingente de la Protección Civil en Gijón, los socialistas, aparte de proporcionarle el honorífico cargo, le trataron como a un rey y hasta le permitieron sus veleidades entre prusianas y escultistas en virtud de los resultados. Llegado el momento, y según se desprende de las declaraciones del propio interesado, parece que echó una manita a los foristas en periodo electoral. Estos días se ha quejado de la patada propinada por el risueño concejal de seguridad y la primera autoridad municipal, ello a pesar de los servicios prestados y, mira tú que vulgaridad, hasta ha insinuado públicamente que si él hablara se armaría una buena polvareda. Pues que hable y se deje de mandangas. Algunos de los turiferarios de Canga, se quejaban de los modos utilizados, pero, qué quieres, a tal señor, tal honor. Hace unos lustros, me tocó acompañar a un grupo de concejales locales a lo que, al parecer, era la fiesta anual de los integrantes de la Protección Civil de Gijón. El acto me pareció estremecedor, con su mezcla de fanatismo de secta y de escuela de cadetes militares. Pregunté a una de aquellas autoridades cómo era que se consentían esos modos organizativos y la respuesta fue que, efectivamente, eran unas formas un tanto excesivas y extrañas, pero que aquel hombre mantenía el corralito tranquilo y conseguía un cierto grado de eficacia. Se conoce que el viento hinchó un poco más las velas y que el mando protector, en virtud de los servicios prestados a las actuales autoridades creyó que podía aumentar su grado de autonomía. Craso error. Ahora está en la calle. Pero tranquilos. Ninguno somos insustituibles.

El estío es época propicia para que surjan historias intrascendentes de las que, sin embargo todo el mundo se ocupa. Antes -un antes mítico y paradójicamente intemporal-, se dejaba tomar el mando de estas cuestiones a los medios de comunicación, sobre todo a la prensa, ahora -un ahora agresivo y descarado-, son las redes sociales las que han tomado la iniciativa y sus cuestiones también tienen su estación del año adecuada para desarrollarse. De este momento es un relato de esta populosa villa marinera que ha trascendido más allá de los límites de nuestro municipio y los de la provincia: es la historia de "Pesesín", el pez dorado dejado por una niña en el portal de su casa al cuidado de la comunidad de vecinos la semana en que se fue de vacaciones. Se ha hecho famoso el pez, se ha hecho famosa la niña y hasta ha tenido su momento de gloria la comunidad de propietarios de la finca urbana. La nena, obligada a realizar una turné de una semana en coche con sus progenitores, se vio obligada a delegar el cuidado de su pececillo. Nadie pudo o se quiso hacer cargo de él, así que la chica, ni corta ni perezosa dejó al animal en su pecera en el portal con un botecillo de comida y unas instrucciones. Sus vecinos comprendieron la situación. Alimentaron al bicho bien -en menos de una semana consumieron la comida para un mes- y hasta le cambiaron el agua de la pecera. A la vuelta, la nena se encontró a su "Pesesín" tan fresco y, en su lugar, dejó una nota de agradecimiento. A veces pasan cosas que nos arreglan con la sociedad y nos allegan a vislumbrar algún rayito de esperanza. Menos mal que ninguna administración pública y ni tan siquiera la de la comunidad de vecinos, entró de por medio. Hubiéramos tenido lío asegurado.

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