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Hay cosas que me enfurecen

El vandalismo sin sentido me pone mala, aunque sea una fechoría menor frente a grandes delitos

Hay cosas que me enfurecen aunque no sean intrínsecamente malas pero pueden volverse malas con el tiempo. Me explico.

El otro día estaba yo paseando tranquilamente, pero qué digo, yo nunca paseo tranquilamente, antes siempre iba corriendo, ahora que estoy disminuida voy despacio pero rabiando por no poder ir más rápido. Bueno ya estoy perdiendo el Norte como siempre. A lo que iba, en mi camino se cruzaron unos rapacinos de doce o trece años, dando patadas a unas latas, intentando tirar los contenedores, estropeando todo lo que encontraban. Me enfurecí porque esta es una cosa de las que me enfurecen, les increpé, dándoles una filípica de abrigo, algo de porqué no iban a su casa a romper lo que quisiesen, que todo aquello era de todos los ciudadanos y todos pagábamos por ello y no tenían derecho a estropearlo. Pararon un segundo del susto, a continuación me llamaron de todo, algo como "que te follen vieja" de lo más agradable, pero yo impertérrita detrás de ellos repitiendo mi letanía, acabaron marchando, dando una patada a una u otra cosa. Luego me di cuenta de que podía haberme llevado una buena tunda.

Pero eso de ver a gente rompiendo algo o destruyéndolo sin ningún beneficio para ellos, sólo por el gusto de molestar, me pone mala. Yo entiendo robar algo porque tienes hambre, o incluso porque te guste algo que no puedes comprar; no es que lo acepte pero lo comprendo. Pero romper por romper, destruir por destruir es no sólo inaceptable, es inadmisible. Esos mamelucos que se dedican a rajar los coches, haciendo papilla a esos propietarios tan orgullosos de sus máquinas, compradas con grandes esfuerzos. Me enfurezco.

Estas cosas pasan porque no se han puesto límites a esos adolescentes cuando se debía, en sus casas y en los centros de enseñanza.

Hubo un momento hace mucho tiempo cuando se castigaba duramente tanto en las casas como en los colegios esas conductas tan lamentables; pero de repente, todo cambió. Los jóvenes tenían razón en todo, si se portaban mal era porque sus padres o sus profesores no les habían entendido y les habían creado traumas. Si un padre iba a quejarse de un profesor siempre tenía razón el padre. El primer día de curso los alumnos se encontraban con unas aulas pintadas de blanco, sillas y mesas nuevas, ventanas y persianas en funcionamiento, enchufes en uso. A los dos meses, pintadas en las paredes, persianas rotas, la mitad de las sillas sin patas, las mesas pintadas y los enchufes no te digo. Un día, cansados los profesores de un curso en el que había tres o cuatro dedicados al vandalismo, pidieron a los alumnos que dieran el nombre de los culpables o tendrían que pagar todos una cantidad, irisoria pero para que sirviera de ejemplo. Un padre fue a decir que él no pagaba porque su hija no había sido, que lo sabía él muy bien y que además aquello era un castigo fascista. Eso se llama confundir las churras con las merinas. Bueno, pues en vez de decir al señor finamente que ese centro era así y que sino le gustaba se fuera a otro, aceptaron y dejaron que nadie pagara nada. Moraleja: a partir de entonces todo o casi todo era aceptable.

Una vez se me ocurrió proponer a unos alumnos que trajésemos entre todos posters de personajes históricos, o de sus grupos favoritos o actores o actrices, mapas, fotos, dibujos y consiguiéramos que la clase la sintiesen como suya, ya que creo que uno trabaja mejor en un ambiente más bonito y personal. Yo contribuí con posters y mapas. Duró un suspiro, un día me encontré con varios posters rotos, pintados y otro con palabras soeces encima. Me puse a gritar como una hidra, arranqué todo lo que había puesto, diciendo cosas como margaritas para los cerdos, no merecéis nada, yo creo que se me oyó hasta en China. No podía parar de gritar, pero el resultado, no conseguí nada.

Cuando veo como queda un prado después de celebrar cualquier evento, lleno de papeles, vasos rotos, botellas, flores pisadas, siento lo mismo. Rabia e impotencia.

Me diréis que al lado de atropellos, violaciones, agresiones, acosos esto no es nada, pero es que por algo se empieza. Cuando se pierde todo respeto, se desprecia a padres y profesores, los problemas se agrandan.

Los padres tienen que volver a empezar a ocuparse de sus hijos, eso no quiere decir comprarles todo lo que quieran y conceder los menores deseos, eso quiere decir estar con ellos lo suficiente, no todo el tiempo, es mejor calidad que cantidad. Móviles prohibidos cuando estáis con vuestros hijos, mejor que la media hora que estáis con ellos sientan que son lo más importante para vosotros. Escucharles y hablarles.

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