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Alejandro Ortea

Varadero de Fomento

Alejandro Ortea

¡Ay, tápame, tápame!

La polémica por la ropa de trabajo de las socorristas de Gijón

Allá cuando el franquismo acababa de iniciar el nacional-catolicismo apareció una revista semanal de humor. Se llamaba "La Codorniz" y salía con el subtítulo "La revista más audaz para el lector más inteligente". Alguna vez fue secuestrada por las autoridades del momento. De aquella, se llevaba mucho escribir y criticar entre líneas, pero muy entre líneas. Entre chistes, viñetas, artículos humorísticos, destacaba una sección llamada "la cárcel de papel", a la que se enviaba figuradamente a personas o entidades por hechos que se consideraban poco edificantes. Todo con el natural cuidado de no excitar a la censura. En aquel tiempo, estaba permitida la crítica política sólo hasta el nivel municipal, por lo que muchos alcaldes eran puestos en solfa. Una semana mandaron a la cárcel de papel al alcalde de Gijón por mandar a los perros a la cámara de gas. La cosa era que el lacero municipal se deshacía de los perros recogidos mediante aquel sistema. En la ciudad hubo muchas risas con aquello. Por eso no es nuevo que, por estas fechas, el resto de España se haga unas risas a costa del Ayuntamiento gijonés y sus mandamases debido al asunto de los bañadores de las empleadas del servicio de salvamento y haberles supuestamente recomendado colocarse un pantalón para cubrir su trasero y que así los mirones -los eternos mirones de barandilla, ahora armados de telefonillos con cámara- no fotografíen a las socorristas de popa.

Hay que ser cortitos. Como si el problema estuviera en las integrantes del equipo playero de salvamento y no en las mentes calenturientas de los mirones y fotografiadores. Para variar, nuestros responsables municipales han metido la pata de nuevo y andan en el intento de sacarla sin que se les note mucho; pero llegan tarde: ya están en la cárcel de papel y ya han sido objeto de la mofa y la befa de los medios de comunicación al haber confundido los términos. Esa recomendación, de indudables tintes machistas, para que cubrieran con un pantalón su reglamentario bañador, no diferente de los utilizados, por ejemplo, en competición, es de una tal ridiculez y, por qué no decirlo, de falta de respeto hacia las mujeres socorristas gijonesas que merece algo más que unas chanzas.

El asunto del bañador de las socorristas es otro síntoma más de la descomposición política y administrativa de este desnortado grupo municipal. Los demás grupos han entendido a la primera la sustancia de la cuestión y han salido en tromba para poner los puntos sobre la íes: el problema no es de que se enseñe una cantidad mayor o menor de piel, el problema es de quien mira y de quien reproduce en la redes sociales las fotos con intención lúbrica, ofensiva o de maltraído humor, por lo que no hay nada que recomendar a las socorristas. Entonces, los de Foro se suman al coro, como si horas antes no hubieran metido la pata. No se sabe ciertamente de quién partió la recomendación, pero fue un fallo garrafal y una ofensa innecesaria. Una muesca más en una gris hoja de servicios a la villa y su concejo.

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