Cuando un estado renuncia a aplicar su propio ordenamiento jurídico en la de defensa de sus principios esenciales la única forma de evitar caer en el abismo de un estado fallido es el cambio de régimen. A eso estamos asistiendo y quienes pensábamos que el gobierno de Rajoy no tenía una estrategia definida para hacer frente a esa situación, en la que el proceso secesionista catalán está desempeñando el papel de ariete, estábamos equivocados. La sutil y maquiavélica estrategia de Rajoy existe y consiste en no tener estrategia alguna. La mejor manera de no ver derrotadas las propias posiciones es no tenerlas. La mejor receta contra la desilusión de ser vencido es no competir.
Muchos pensábamos que el art. 155 era un instrumento que el constituyente había puesto al servicio de situaciones como la que estamos viviendo en Cataluña. Rajoy ha decido que el art. 155 se convierta en el símbolo del propio fin del régimen constitucional de 1978. Hace un mes era demasiado pronto para aplicarlo, según los brillantes estrategas monclovitas. Hoy empiezan a deslizar que es demasiado tarde para hacerlo. El problema no es el momento de aplicar el art. 155 de la Constitución. La cuestión es que no encontrar el momento de aplicarlo es el reconocimiento de que la Segunda Restauración está en proceso de liquidación. Y la estrategia de Rajoy consiste en no tener estrategia alguna para defenderla. ¿O no? Cada vez le queda al gobierno menos tiempo para desmentirlo.
