Me percato de que te nos estás poniendo un poco fondón, Bilbo. De la noche a la mañana te salió un pechamen que no abarca un abrazo de oso polar. Por comer no será, que no muestras turbaciones de desmesurada voracidad, que ni te zampas siquiera la ración de diario. Como no te engorden las buenas dormideras que te metes entre pecho y espalda no lo entiendo. El caso es que te nos pusiste cebón sin comerlo ni beberlo. En otra ocasión te comparé a la estampa del Rhodesian Ridgeback o perro crestado rodesiano -bien es verdad que sin mucho convencimiento- y ahora tu aspecto aparenta una fotocopia aún más borrosa de ese estándar linajudo, cuestiona la veracidad aproximativa de aquellas apreciaciones y me deja, como aquel que dice, a la altura del betún o con el culo al aire.

Enciclopedias, wikipedias, prontuarios, catálogos y manuales compilatorios de toda clase de informaciones acerca del variopinto espectro canino describen excelencias, maravillas sobre la fisonomía y el carácter del Rhodesian Rigeback: pelaje corto, denso, liso, brillante, de color rojo trigo o trigo pálido (tu pelambrera reúne tonos más parecidos a los del café cortado con pingarates de JB); buena osamenta; las patas delanteras fuertes; los codos bien pegados al cuerpo; planta simétrica, equilibrada, bien balanceada; elegante, sólido sin llegar a robusto (ni tanto ni tan calvo lo tuyo, me parece a mí); orejas de tamaño mediano, pegadas, pendientes, anchas en la base, redondeadas en las puntas; cabeza larga, cráneo amplio y plano; ojos redondos, chispeantes, algo separados; gesto inteligente; hocico largo, fuerte, con trufa negra si de ojos oscuros, castaña si ambarinos (más o menos, diría yo); de temperamento determinado, leal, travieso, digno, sensible, corajudo (la verdad es que te atenazan los miedos, que te cagas por las patas cada dos por tres); distante con los extraños; más inclinado a ignorar que a desafiar; tozudo y -ya dicho- trasto; protector de dueños y familias; paciente con los niños (bueno, tú te empeñas en ladrarlos y perseguirlos si al trote los avistas); adaptable a las altas temperaturas así como al frío de la noche (sin comprobación en tu caso); resistente a las picaduras de todo insecto viviente (tampoco se ha podido verificar en tu pellejo); capaz de permanecer sin agua y comida más de veinticuatro horas (está por ver, pero no me lo creo); raramente ladra (nanay del Paraguay); aguanta el galope del caballo durante cincuenta kilómetros (habría que verlo para creerlo); puede alcanzar una velocidad de sesenta kilómetros por hora (idem de lienzo); siempre alerta, se toma muy en serio su rol de protector y guardián.

Así, así eres tú. Lástima de paréntesis delatores, repelentes acusicas. Así, así eres tú. "Ma non troppo".

Sírvate de consuelo la circunstancia afortunada de no ser receptor de los caracteres raciales detallados, de no ser un reflejo fiel del dichoso y venturoso Rhodesian Ridgeback. Y, si tal constatación te produjera desengaño o contrariedad, aférrate al socorrido refrán que asegura eso de que no hay mal que por bien no venga. Porque de esta suerte, desviado, desmarcado de toda cualidad atribuible al perro crestado de Rodesia, no te aquejarán displasias de caderas, cataratas en los ojos, ni dolencias en la glándula tiroides, enfermedades específicas a las que propende ese chucho sudafricano de referencia genealógica, tu hipotético -y definitivamente engañoso- modelo, tu presunto -y ya totalmente descartado- prototipo.