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Cincuenta epístolas a Bilbo (XXX)

Historias de Tolkien para dar un barniz de aventura al día a día

Nuestro hobbit favorito vivía en una cueva excavada en la tierra de La Colina, como llamaban los moradores a este enclave de La Comarca. Nadie imagine un cuchitril húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango. Tampoco se piense en un habitáculo árido, despojado, escabroso, sin nada en que sentarse o que comer. Era un agujero-hobbit. Y eso significa abundantes viandas, una cálida chimenea y todas las comodidades de un hogar confortable.

De manera sorpresiva y harto bulliciosa, se allegaron al hogar del acomodado Bilbo Bolsón, con la pretensión de tomar el té e implicarlo en una aventura peligrosa, el mago Gandalf y, en cinco sucesivas tandas, trece enanos: Dwalin, Balin, Kili, Fili, Dori, Nori, Ori, Óin, Glóin, Bifur, Bofur, Bombur y Thorin Escudo de Roble. A pesar del alboroto, se desarrolló entre el hobbit y el mago un sugestivo diálogo, imprescindible para entender los acontecimientos del capítulo inicial de "El hobbit" que lleva por título 'Un viaje inesperado':

-Disculpe, ¿lo conozco?

-Conoces mi nombre, aunque no recuerdes que es mío. Soy Gandalf. Y Gandalf significa? que soy yo.

-¿Gandalf? ¿Gandalf, el mago errante que fabrica fuegos artificiales tan excelentes, tan espectaculares?

-Cuando los pájaros de antaño retornen a Erebor se acabará el reino de la Bestia.

-¿Qué bestia?

-Smaug el Terrible. La más grande y majestuosa calamidad de nuestra época. Vuela por los aires. Respira fuego. Tiene dientes como navajas, garras como ganchos para colgar la carne.

-Yo pertenezco a mis libros, a mi sillón, a mi jardín. Ese es mi hogar.

-¿Sabes? Algunas personas se preguntan por ti. Creen que te estás volviendo extraño.

-¿Extraño?

-Poco sociable.

-¿Yo, poco sociable? Disparates.

-El mundo no está en tus libros, en los mapas que coleccionas como oro en paño, en tu jardín, en tu cómoda vivienda. Está allá afuera.

-Monsergas. He descubierto que lo que mantiene a raya la oscuridad son las cosas pequeñas de las acciones diarias de las personas corrientes. Actos simples de amabilidad y amor.

-¿Lo hueles? ¿El olor del miedo? Apesta.

-Sé lo que es un dragón. No tengo miedo. Yo iré.

-Bienvenido, señor Bolsón, a la causa contra Smaug el Dorado, la más temible bestia monstruosa de la Tierra Media.

Tal que de esta guisa, Bilbo, comienza uno de los libros de aventuras que escribió Tolkien. Una serie de lances extraños protagonizados por ese tocayo tuyo medio ET, medio ninja, medio duende, medio heroico gnomo de cómic, medio friki de película. Por la aplatanada expresión de tu rostro, reparo en que no te impresionan nada de nada las azarosas vicisitudes de "El hobbit"; pero qué quieres, perro plasta, no encuentro manera más a mano y barata de escaparnos de estos hábitos mohosos que nos envuelven, que huelen a podre, que se empeñan en identificarnos, en mostrarnos a ti y a mí como pasmarotes instalados, afincados en los vestíbulos de la nadería, en los ambigús de un par de existencias insustanciales.

No podré entender, por más que lo intente, tu querencia obsesiva por afuracar la tierra o mordiscar pedruscos tejas y palos o correr desaforadamente tras la pelota o cazar palomas imposibles. Esas plomizas costumbres tuyas. Tus beatas y beatíficas rutinas.

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