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A punto de sucumbir por el secesionismo

La necesidad de llegar a un encuentro, dentro del marco legal, para resolver el problema de Cataluña

El 27-O permanecerá en mi recuerdo como la triste jornada en la que los secesionistas catalanes promulgaron la DUI (Declaración Unilateral de Independencia) mediante una votación antidemocrática e ilegal -ausentándose la mitad de los diputados del Parlament, fieles a la Constitución- o chapucera y cobarde, forzando su carácter secreto para dificultar la identificación de los diputados votantes del "sí".

A título personal, el instante de la votación fue angustioso al comprobar que cada voto afirmativo me distanciaba de la Catalunya donde nací y están mis raíces; sintiéndome un extraño en mi propia tierra, algo inaceptable considerando el profundo catalanismo que compatibilizo con mi españolidad.

Acto seguido, pregunto: ¿Debe considerarse el nacionalismo como algo negativo? La "Enciclopedia Espasa" lo define como "doctrina que exalta los valores de la personalidad nacional y el apego de los naturales de la nación a cuanto significa". Además, según dicha fuente, el término de patria y patriotismo son similares a los de nación y nacionalismo; por lo que, un nacionalista sensato puede ser un buen patriota de nobles sentimientos y, de hecho, este irracional secesionismo catalán fomenta una comprensible oleada de nacionalismo español.

Sin embargo, el problema surge cuando el nacionalismo sensato se convierte en otro irracional, intransigente, insolidario y excluyente (como el independentismo catalán); donde quien excluye se siente superior al excluido disidente, creando un totalitarismo cuyas víctimas son ciudadanos que piensan distinto.

¿Cómo ha podido sucumbir la Catalunya del seny ante la irracionalidad secesionista? Cuando en 1977, Josep Tarradellas recuperó la Generalitat tras ardua negociación con Adolfo Suárez, muchas familias de la burguesía catalana que habían padecido la opresión cultural e ideológica de la dictadura franquista sintieron la emoción de poder recuperar tan histórica institución, sin pretender la independencia; sentimiento del que participé cuando Tarradellas llegó a Barcelona del exilio con su "Ja soc aquí".

Sin embargo, muchas personas que vivieron en 1934 la declaración de independencia de Catalunya del President Companys -dentro de la República española- , hablaron a sus hijos del utópico objetivo. Actualmente, dichos "hijos de 60 a 90 años" lloran de emoción al lograr la utopía anhelada por sus padres; pero omiten que ambos casos de ruptura son unilaterales, ilegales e inviables hasta que nuestra Constitución no admita una estructura de Estado confederal, convirtiendo España en una "nación de naciones".

Este sentimiento de nación en el ADN de parte del pueblo catalán no es comprendido en el resto de España. Prueba de ello es el terco inmovilismo político del Presidente Rajoy sobre Catalunya y el recurso del PP sobre el Estatut d´Autonomía (año 2010) ante el Tribunal Constitucional; hechos que justifican los pírricos resultados logrados por el Partido Popular en las sucesivas elecciones autonómicas catalanas.

Ese inmovilismo también justifica el crecimiento del sector secesionista catalán de los últimos años (del 15% al 45%); sea por la gente mayor ya citada o jóvenes agitados por el adoctrinamiento de los medios informativos de la Generalitat (y la antigua CiU que escondía la vergüenza del 3%), ERC y la CUP.

Por otra parte, la simbólica DUI surgida de un Parlament encorsetado por los diputados secesionistas ha motivado la rápida activación del artículo 155 de la Constitución por el Gobierno central, implicando el cese del President, el Vicepresident y los consellers del Govern junto a los miembros de la Mesa del Parlament; al tiempo que se han convocado elecciones autonómicas para el próximo 21 de diciembre. Simultáneamente, la Fiscalía ha iniciado procedimientos judiciales contra los dirigentes secesionistas que se tramitan en el Tribunal Supremo o Audiencia Nacional, según tengan aforamiento o no.

Dicho lo cual, los miembros del Govern han ignorado sus respectivos ceses y aparentan estar en activo. Así, Carles Puigdemont apareció el 28-O por televisión como President para pedir a la ciudadanía una actitud firme pero pacífica para continuar el Procés ; y, al día siguiente, compareció con 6 consellers desde Bruselas declarando que no buscaba asilo político sino refugio con garantías jurídicas y que permanecería el tiempo preciso para denunciar el conflicto catalán a la UE, pudiendo haber un Govern de la Generalitat en el exilio, como sucedió anteriormente con los Presidents Irla y Tarradellas.

Además, existen 4.000 concejales electos ligados a la Asociación de Municipios por la Independencia que pueden crear una asamblea virtual sustitutiva del Parlament-Govern si se inhabilitan judicialmente; dato que me parece preocupante.

Finalmente, Puigdemont indicó que habría presencia independentista en las elecciones del 21 de diciembre, pidiendo que "todos" respeten los resultados. A mi entender, los partidos independentistas no deberían presentarse a estas elecciones por coherencia con su discurso político de una utópica república y porque sus líderes deben rendir cuentas a la Justicia con incierto desenlace; lo cual ya incide en la intención de voto secesionista actual, del 36% según encuestas; aunque puede radicalizarse más con la orden de prisión preventiva a Junqueras y siete consellers o la de detención al huido Puigdemont.

¿Qué sucedería si el secesionismo ganara estas elecciones autonómicas con un Govern catalán en el exilio? Creo que se produciría una gran confusión ciudadana mayormente dentro del secesionismo y sería un grave factor desestabilizante de la política española.

En síntesis, procede apoyar plenamente al Gobierno central en la activación del artículo 155 de la Constitución para recuperar la convivencia en Catalunya sin secesionismos y confiar que la acción de la Justicia no empeore el clima de agitación social catalana.

También procede una reflexión colectiva de las reformas políticas que eviten otra etapa de inestabilidad social; al igual que debemos entender el problema catalán para alcanzar una base de mutua concordia que lime asperezas entre los españoles de bien.

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