La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Otra maldita tarde de domingo

Premios, más que premios

Los galardones acaban otorgando dignidad al arte

Rescataba Miguel Barrero en un diario vecino las luces y sombras del escritor. Y lo hacía orientándonos a su quehacer diario, soledad y fantasía, que luchan en cada proyecto por demostrar quién es y quién le gustaría ser. La página en blanco como motor de tantas vidas, que con suerte confluyen en la de quien lo recibe. Porque el escritor es un ser dependiente y marginal al mismo tiempo, que existe en un más allá donde es libre y necesita de un más acá para unir ambos mundos. Ficción vs ayuda estatal, podríamos decir. Su independencia, su auténtica parcela de egoísmo, exige al mismo tiempo una generosidad de la otra parte, porque las herramientas, más allá del lápiz y el papel, son las que la sociedad le permita para caminar sobre la vida de otros.

Pienso como Barrero que mucho se le debe a los premios literarios, que son los que abren el camino para que cada uno camine lo que pueda. Yo mismo me he beneficiado recientemente de dos certámenes que ha organizado la región, el "Asturias Joven" que recibí y el "Jovellanos" que se otorgó a "La tejedora de sueños", sin los cuales no podríamos haber llevado una obra costosa a papel y escena. Por lo tanto, los premios acaban otorgando dignidad al arte. Sin embargo, y creo que hablo por un buen número de compañías, falta el encuentro entre comunidades. Que un grupo del norte visite el sur o la capital, mientras la escena valenciana pueda verse en Galicia o País Vasco. Hablo de la fructífera asociación, el enriquecimiento para unos y otros, y el atractivo para el gran público, que proporcione otra perspectiva a nuestras tablas y al mismo tiempo enseñe Asturias fuera de sus fronteras. Que nos permita creer, como primer ejemplo.

Hace poco, en el transcurso de una tertulia, alguien me comentaba que los premios eran "una buena noticia para el autor, pero no para la literatura". Hacía referencia a la escasa proyección de la obra, cuando no del nombre. Pero cuántos certámenes han apostado por obras que no tenían nombre y luego se han consolidado. Y que si lo tenían aquello era un riesgo a todas luces. Yo soy un consumidor de apuestas, que al final siempre son las que crean gigantes. Las que nacen verdaderamente de la independencia. Las que creen que mañana será posible. Esos premios, los que siempre buscan más.

Compartir el artículo

stats