La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Pinchos, que no pintxos

Es hora de recuperar y de exigir ser la plaza de primera que siempre fue Gijón en lo gastronómico

Llega una vez más a nuestra city el campeonato de pinchos y coño, hora va siendo de que tan sutil bocado (que sin duda puede llegar a serlo, pero "no val todo", como aquí decimos antes de la llegada de la llingua) alterne, ya fuera de concurso, con esos monocordes bocadillones de beicon con huevo frito, de lomo y queso, de negruzca tortilla, chorizón, etcétera.

Cuando uno se da una vuelta por Cantabria, La Rioja o el País Vasco, parece que está en otro mundo y la verdad, no lo entiendo, pues aquí se guisa y come muy bien, pero en ese capítulo dejamos, desde hace tiempo, mucho que desear. Uno se acuerda de aquel canapé de chatka del Tívoli, o del huevo con gamba del Marchica y del surtido de la cafetería San Lorenzo. Esti sábado, probé en el Mayerling una concha de hojaldre con zamburiña, mejillón, alga marina y puré de patata gratinado. Ojalá tan digno manjar se quede en carta para siempre.

En Gijón, pasamos de vasos de la Bohemia, manteles impolutos, cofias de Casa Rato con tortitas y sándwiches de lujo, frito sublime de gallapota con pelín de anchoa del Corona a la cutrez más desoladora, a la cristalería de ínfima calidad y a los congelados más atroces en forma de croquetas, gambas a la gabardina y demás "materia". Hora va siendo de recuperar y de exigir, volver a ser la plaza de primera que sin duda fuimos y que ¡ay!, hace tiempo dejamos de ser.

Tenémoslo todo, así que basta ya de tanta baja estofa y a vendernos, porque sabemos y podemos, como cualquier tiempo pasado en el que fuimos los mejores. Que así sea.

Compartir el artículo

stats