"¿Qué "coño" hacéis ahí llorando y mirando esa caja de madera? Yo ya no estoy ahí. Ese ya no es mi cuerpo."

Algo parecido, o con algún improperio más, sería lo que Pachi nos diría si estuviese ahora aquí en su funeral.

Y es cierto, Pachi no está en esa caja, Pachi no está muerto, Pachi ya ha resucitado. El sábado por la tarde habrá llegado al cielo y habrá tenido la ceremonia de bienvenida con el mejor protocolo jamás conocido allí arriba porque se lo había preparado Elías. Luego "Chifu" aunque lleva poco tiempo, y Diego, que por desgracia lleva mucho más, le habrán enseñado los lugares y las estancias y desde el otro extremo habrá llegando gritando y con un enorme manojo de llaves en sus manos nuestro querido Kilo. Seguro que para esta ocasión S. Pedro le habrá cedido a Kilo hasta la llave del cielo. Luego habrás abrazado a tu padre, del que siempre te sentiste orgulloso y habrás besado a tu madre, esa "pequeña santa" como tantas veces nos dijiste. Y te habrás encontrado con Laureano, Pepe y tanta gente buena que te precedió.

Y luego habrás ido a "rendir cuentas" a nuestro Dios. Y estoy totalmente seguro que no te preguntó: ¿Pachi, has dicho muchos tacos?, que los has dicho; tampoco te preguntó: ¿Pachi, has gritado mucho?, que también lo has hecho; ni siquiera te dijo: ¿Pachi habrás bebido algún güisqui" de mas? Estoy seguro que te preguntó: ¿Pachi has amado mucho, Pachi has servido mucho? Y tu le habrás contestado: "mira lo que he dejado allí abajo". Porque Pachi, tu nos has querido mucho, mucho, nos has enseñado a servir mucho, mucho. Hace unas pocas semanas, el P. Sosa, el General de la Compañía, nos pedía que fuésemos coherentes porque muchas veces los hombres y las mujeres, y los jesuitas también reconocía, decimos cosas que luego no hacemos. Lo decía con razón pero ese mensaje no era para ti. Tú nunca nos dijiste que cogiésemos la escoba y limpiásemos los patios durante los torneos o fiestas colegiales. Tú simplemente cogías el escobón el primero y nosotros te seguíamos. Nunca en los campamentos nos dijiste que había que fregar, limpiar, desatascar y mil cosas más, simplemente cogías el estropajo y nosotros te seguíamos. No he conocido ningún jesuita, y conozco muchos, que hayan cumplido tan a rajatabla como tú, la máxima de S. Ignacio de que "el amor lo hay que poner más en las obras que en las palabras".

Amar y servir, así era como tu entendías la manera de ser sacerdote, la manera de ser jesuita. Porque no olvidemos que tu manera de amar y servir era el resultado de tu profunda fe, de tu profunda relación con Dios, de tu profundo "ser" jesuita. Para muchos de nosotros siempre serás "El cura". Podía haber muchos jesuitas en el colegio pero cuando se decía "el cura" todos sabíamos que ese cura eras tu. Cura sí, es lo fundamental de Pachi. Todos los valores que nos transmitió no lo hizo por ser un gran entrenador de baloncesto, que lo fue, o un excelente organizar y director de equipos humanos, que también lo fue, los valores del esfuerzo, la entrega, la colaboración, el trabajo en equipo, la lucha constante, etc, Pachi nos los transmitió porque era cura, porque se sentía profundamente cura, por su fe en Dios, por su confianza en Dios, por su entrega total a Jesús de Nazaret.

Para terminar, dos sentimientos que quiero compartir con vosotros. Por un lado gritar: "Gracias Pachi, porque hoy gracias a ti muchísimos de los que estamos aquí y muchísimos mas que están por todo el mundo y no han podido venir, somos un poco mejores personas, un poco mejores cristianos, un poco mas 'hombres y mujeres para los demás'".

Y a todos nosotros: "dejad de llorar y volved al mundo que nos rodea a amar y servir", como Pachi nos ha enseñado. Esa es la manera de demostrarle que le queremos y que nunca le olvidaremos. Y más vale que lo hagamos porque conociéndole como le conocemos es capaz de bajar del cielo y darnos unas ? si no lo hacemos.

Me olvidaba decir una última cosa: Pachi no te preocupes que tú desde el cielo y nosotros desde la tierra cuidaremos a "nuestro" Tomy.