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Crítica / Música

La Plaza hace historia

El festival aniversario del bar gijonés que ha sido un referente de la vida musical asturiana reúne en directo estilos que han sonado en estos 25 años

Pocos bares en Asturias pueden presumir de tener una identidad tan forjada; La Plaza de Cimadevilla lleva 25 años siendo un referente de la vida musical de Gijón, un cuarto de siglo articulando la escena y funcionando como espacio de encuentro hasta el punto de extender su fama fuera de la región. Ya viene siendo habitual que sus aniversarios se celebren con música en directo, pero el de este año estuvo marcado por una mirada retrospectiva que recoge parte de lo que ha sido la banda sonora del bar; dos noches de conciertos con estilos contundentes que van del "noise" de los primeros noventa a la electrónica actual y con el plato fuerte del reencuentro, ayer mismo, de "Manta Ray".

La sala Albéniz puso el escenario, y los "Captains" fueron los encargados de romper el hielo pisando fuerte con una descarga arrolladora de postpunk. Los patrones firmes y sin adornos en la batería, y el tren de bajo y guitarra constante y perfectamente compenetrado, servían para que la voz de Fee Reega dibujara líneas melódicas que fluían sin prisa y a voluntad, dialogando con los punteos de la guitarra. La reverberación multiplica la fuerza del sonido de esta banda y le sirve para transitar con facilidad del power pop al punk. Su puesta en escena recae en una Fee Reega con buenas dotes de "front woman" y un amplio registro vocal y performativo que se mueve entre el lirismo y la voz rasgada, entre la apatía y la agresividad. La combinación de todos estos elementos en directo resulta explosiva.

"Schwarz" subió aún más la intensidad, con una propuesta que combina la electrónica y la percusión, y que apuesta por las polirritmias y la suma de texturas. La psicodelia post-rock es la base que aglutina una música en la que la voz aparece de forma puntual y tratada como un instrumento más, y en la que las melodías pierden protagonismo y sirven de tránsito hacia diferentes patrones rítmicos. El juego de intensidades hizo su efecto y convirtió el Albéniz en una pista de baile que se movía al ritmo de un auténtico muro de sonido.

El "noise" de "Triángulo de amor bizarro" no se quedó atrás; los gallegos empezaron pausados, creando expectativa con una voz enterrada a base de reverberaciones, pero pronto dieron rienda suelta a los decibelios. Guitarras con distorsiones poderosas, líneas continuas en los teclados y melodías vocales con tintes líricos y casi épicos en muchos momentos. Se ganaron al público a golpe de canciones, como dignos herederos del estilo "Sonic Youth" o "My Bloody Valentine", y contaron con la colaboración de Jorge Ilegal que se sumó al concierto de aniversario para un tema que, irremediablemente, se fue al terreno de un rock más clásico.

Ayer sábado el Albéniz se llenó hasta la bandera, era la noche de "Manta Ray", que volvía a reunirse para la ocasión. Más allá de su relevante papel en la escena gijonesa, esta formación fue un pilar del postrock nacional durante los noventa y en el cambio de siglo; su nómina de seguidores era amplia y muchos vinieron de otras regiones este fin de semana para no perderse el evento. Hacía cinco años que no tocaban, pero la maquinaria de este grupo sigue engrasada y el sábado hicieron un concierto arrollador en el que repasaron muchos de los clásicos de su repertorio.

Antes fue el turno para "Amorante", con su estilo ecléctico, suma de tradición y músicas del mundo plagadas de efectos. Difícil de etiquetar, el músico vasco entró en la sala mezclándose con el público, tocando trompeta y cencerro. Ya apuntaba. Desde luego, hizo gala de su sello personal con temas en vasco y propuestas tan singulares como una versión de la copla "Malagueña salerosa". Una propuesta intimista que le dejó el campo dispuesto a "Manta Ray", reconocidos por su público con ovación.

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