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No resucitar

El Principado está por encima de la media nacional en registro de testamentos vitales y ahora prepara una ley de dignidad al final de la vida

Las publicaciones científicas también hablan de ética, ese conjunto de valores que se pone a prueba con según qué investigaciones o praxis. Un ejemplo es el último número del New England Journal of Medicine, en el que se cuenta el caso de un paciente que llegó en estado crítico a un hospital de Miami. Al iniciar las maniobras de reanimación, el equipo médico se encontró un tatuaje en el pecho del paciente: "no resucitar". Hubo que recurrir al comité de ética y éste pudo recuperar un documento de últimas voluntades salvador, firmado en su momento por el ciudadano, refrendando lo que, no obstante, había dejado escrito en su propia epidermis: nada de hacerme volver cuando he emprendido el camino de ida. Así fue. Pero gracias al tatuaje, sin él no se habría hecho la consulta al registro oficial.

Los tatuajes, más proclives a expresar la pasión por terceros, a veces también son una epifanía del amor propio. Éste lo era aunque le convino contar con un documento anterior, hecho en frío y papel oficial, al cual, ya puestos, podía el tatuaje haber aludido dando, por ejemplo, el número de registro. Quizás cuando en un futuro próximo llevemos inserto un microchip subcutáneo con toda nuestra información genética, familiar, civil, sanitaria y hasta el certificado de penales, no haya que pensar en dejar recado escrito en azopigmentos azules y rojos sobre la piel.

Tal vez al ciudadano miamense le pasaba un poco como a nosotros a este lado del océano: del testamento vital nos fiamos a medias. Y eso que Asturias está por encima de la media nacional en lo que se refiere a dejar registradas las últimas voluntades. Cerca de 6.000 personas lo han hecho en nuestra región. Dos tercios son mujeres, quizás porque llegamos más cansadas a la recta final y con menos miedo. Y la mitad son mayores de 65 años, edad de lógica preocupación por el buen morir.

En realidad, lo que verdaderamente queremos es que nos eviten el dolor del tránsito aunque el documento va más allá de la instrucción de procurar diligente sedación. Por ejemplo se puede dejar de recibir, no sólo medicación, también alimento e hidratación. Éste último aspecto ha sido objeto de intenso debate internacional, y con él, unos cuantos más que están en esa invisible frontera entre lo comprensible y lo controvertido. Y si a nosotros nos perturba en asunto, al personal sanitario le sumerge en un mar de dudas hipocráticas.

De ahí que en Asturias se esté ahora mismo preparando un proyecto de ley de Derechos y garantías de la dignidad de las personas al final de la vida -ése es el nombre del texto- para que pacientes, familiares y profesionales sanitarios sepan entrar en ese territorio resbaladizo del fundido a negro o tránsito al otro lado, según las creencias. Sin duda, es un acierto.

Legislar para procurar la quimera del breve buen morir para las personas, el dolor en serenidad para los familiares y la convicción del buen hacer para los profesionales, es digno de figurar en las más reputadas revistas médicas, para que copien y peguen otros como lo hacen ya con nuestra organización nacional de trasplantes.

Justo lo contrario que tatuarse un "no resucitar" en el pecho, por desconfiar del mundo y fiarlo todo a la mirada abrumada de quien desabroche, ese día fatídico, la camisa.

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