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Crítica / Música

"Manta Ray": el rock de una generación

Los gijoneses culminan el aniversario de La Plaza con un multitudinario concierto

Era una cita a la que nadie quería faltar, uno de esos conciertos que se esperan durante mucho tiempo y que se vive con la sensación de no saber cuándo se volverá a repetir. Mezcla de nostalgia y fiesta reencuentro, en la noche del sábado el Albéniz era un revival del ambiente del bar La Plaza en los noventa, y la ocasión congregó no sólo al público local, sino a muchas personas que llegaron de diferentes puntos del país. Abrió el concierto "Amorante", músico vasco inclasificable que combina la música popular con todo tipo de géneros musicales. Eclecticismo es el término que mejor le define, y es que en su repertorio mezcló ritmos afrocaribeños, coplas como "La malagueña" e historias de su tío José Mari, incluso una suerte de ranchera trap; todo construido con loops, samplers y efectos de vocoder en la voz.

El reclamo, por supuesto, era volver a ver a "Manta Ray" en concierto; hacía cinco años que los gijoneses no tocaban, pero el tiempo no hace mella en su directo y no pasa por su música. Sus canciones, remozadas con algunos detalles, confirman su condición de pioneros de un sonido post rock adelantado a su tiempo y que marcó tendencia en el panorama nacional de los años noventa. Cualquiera que haya ido a un concierto de esta banda entonces recordará lo poco convencional de sus canciones y la impactante puesta en escena, y viéndolos este fin de semana, veinte años después, aquella sensación se confirma.

Son muchas las razones: la arquitectura de las canciones, la combinación de las guitarras con los sintetizadores, la voz personal de Josele? Los temas avanzan con calma, pero imparables, sustentados en patrones de batería contundentes que mantienen la tensión con compases poco convencionales, jugando con silencios y desplazando acentos; todo en un compenetrado diálogo con las líneas de bajo, que en ocasiones se doblan para ganar cuerpo. Las guitarras se mueven con libertad entre punteos, arpegios y acordes, y siempre cuidando el timbre, a veces grave y cálido y otras agudo y cortante, marcando clímax bien preparados en las canciones.

El repertorio fue un recorrido por su discografía, desde el "Tin Pan Alley" de su primer álbum hasta "Mi dios mentira" del último, y la puesta en escena siguió el guión habitual en este grupo: pocas palabras, nada de aspavientos y una escenografía con un atinado juego de luces y mucho humo. La atmósfera perfecta para un concierto masivo, y no tanto porque hubiera varios miles de personas como por lo compacto del público, cada centímetro de la sala con visión del escenario se disputaba, porque nadie se quería perder un detalle. En los bises, Nacho Álvarez, bajista de "Manta Ray" y dueño del bar La Plaza, quiso dar las gracias por la acogida y tuvo un recuerdo especial para Carmen (del Guetu) y José, a quienes dedicaron el concierto y especialmente el tema "Sol", que sonó a continuación.

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