La vida de las personas funciona casi siempre con cosas que parecen menores, alejadas de la grandilocuencia. Por ejemplo, de la mínima atención recibida en momentos puntuales de cada día. Por ejemplo, en la espera a que abran los centros de salud de Gijón, a las ocho de la mañana, momento en el que se observa a numerosas personas mayores esperando ante las puertas cerradas, de pie, aguantando el frío y el agua de días atrás, mientras la instalación sanitaria permanece vacía, con apetecibles asientos que harán más llevadera la espera de primera hora. La falta de delicadez con los usuarios de la sanidad vendrá motivada, quién sabe, por algún protocolo de actuación que, de existir, convendría revisar a fondo. Nadie va a destrozar un centro de salud por abrirlo minutos antes de las ocho y los usuarios van a sentirse mejor atendidos si pueden sentarse en espera de la consulta. ¿O no?