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Frío del carajo

Otro concierto enorme de la Banda Municipal

Cuando esto escribo, están a punto de suplantar les arcees a gaviotes y palomes, pues hace un frío del carajo. Acabo de llegar de Pumarín, a donde fui desde el Parchís a la misma puerta del espléndido y confortable recinto en el que hoy tocaba la fenomenal, y no me canso, banda municipal. A pesar de que llegué sobrado de tiempo, no pateé la zona en la que ¡ay!, cuando era joven, volvíame locu con el nomenclátor del callejeru en mis ya obsoletos tiempos de ambulatorio.

Tras ver les fotos que hay en el luminoso hall me acordé de mi amigo Miguel Negrete y del cine Pumarín y del bar El Sol y de los domicilios de "las mil quinientas" en las que me toco en navidades una epidemia de gripe y de los circos "de verdad", que se poníen en La Urgisa, con fieras, orquestina, volatineros, trapecistas? (nada que ver, como dice Fernando Savater, con ese engolado Cirque del Soleil) y de mi querido maestro el doctor Kocina, con el que pasaba consulta de digestivo.

Sentado en las mullidas butacas, al abrigo de la caldeada calefacción, pasé una hora deliciosa y hasta me reí de mi ignorancia cuando el joven director nos puso a prueba con tres jotas (presuntamente aragonesas, manchegas y navarras) en las que la segunda me sonó a fandango. Resulta que la primera era de Extremadura, la segunda de Huelva y la tercera, una muñeira. En fin, como dijo el conspicuo director: "La música es de todos y es más lo que nos une que lo que nos separa".

A la salida, con un frío del carajo, el conductor del 10 nos tuvo cerca de diez inexplicables minutos, estando al lado paráu, a la intemperie. La verdad, "pecata minuta". Con todo, gústame mucho vivir en esti pueblu.

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