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Cincuenta epístolas a Bilbo (XLI)

El desasosiego y la incertidumbre de los nacidos a partir de 1970

Creerás vivir en el mejor de los mundos, pedazo capricho de perro. Como un rajá: tu mantita en la terraza al sol o a la fresca; la manduca sobre seguro, por el morro, sin que tu frente sude una gota; cuatro escapadas diarias a la aventura, en sin abono de peajes; tus baños periódicos, tus vacunas, tus chucherías, tus sesteaderos muelles (que sesteas más que el perro crestado rodesiano), los jugueteos de continuo, las caricias iterativas de tus amos? Apuro, vergüenza me da reconocer vida tan regalada porque no se ajusta a la áspera realidad. Vives un espejismo, que lo sepas, no te llames a engaño.

La cosa está fea, Bilbo. España va mal -te lo digo yo-. El mundo fue y será una porquería -bien cantado lo dejó Enrique Santos Discépolo en el tango "Cambalache"-. Nuestras vidas, dos ríos de mierda que van a dar a la mar cantábrica, que es el morir -en términos parecidos se expresó Jorge Manrique sin conocernos, por si no lo sabes, pedazo de ignorante-. Trataré de exponerte la situación al modo de un político caduco, a mi manera: la de un pragmatista cándido.

No se trata solo de una crisis económica de extrema gravedad. La sociedad que componemos corre el riesgo de sufrir fracturas de enorme calado que pueden dañar el sistema democrático. Mencionaré dos. Una primera no es exactamente generacional, sino de derechos asociados a la edad. Lo aclaro. Los españoles nacidos a partir de 1970 creen, perciben, sospechan o saben que sus derechos más básicos: al trabajo, a la vivienda, a la jubilación y pensión, a la asistencia sanitaria, a la educación? serán inferiores, más raquíticos que los de sus padres. Y esa percepción provoca desasosiego, incertidumbre ante el futuro, miedo. Y el miedo puede conducir a que gran número de ciudadanos se desapegue, se desafecte de la política como medio para articular la sociedad y la convivencia, caldo de cultivo este muy propicio para la aparición de opciones autoritarias. La segunda fractura posible reside en el riesgo de una crisis institucional en medio de esta grave recesión económica: tentativas secesionistas, abusos de los instrumentos de poder, corrupciones, operaciones financieras que arruinan a las familias, asuntos turbios de la jefatura del Estado y de los gobiernos? Una larga lista de escándalos y tropelías que llevan a la conciencia de la gente la idea de que existe un grupúsculo de privilegiados frente a una gran masa de personas con nuevas y mayores dificultades.

Sigo creyendo que las ideas son capaces de mover el mundo, que la ideología es la forma más coherente de ordenar los proyectos políticos porque nos permite aprehender ese mundo, hacerlo más comprensible para la mayoría de los ciudadanos. Por eso, aunque muy perfectible, creo en la arquitectura democrática que poseemos y en los partidos políticos como elementos imprescindibles de este edificio. Pero también considero que desde las izquierdas se deben afrontar, al menos, tres retos inaplazables:

1º. Dotar a nuestro país de más y mejor democracia. Simplificando: más fuerza y capacidad decisoras a parlamentos y corporaciones locales como depositarios de la voluntad popular y menos a aquellos núcleos de poder ajenos al control democrático, llámense bancos centrales, reservas federales, agencias de calificación, fondos monetarios internacionales, jerarquías eclesiásticas, o como se llamen.

2º. Demostrar que se puede gestionar la economía de otra manera, desenmascarando el rostro fiero e implacable de los mercados capitalistas, combatiendo la inaceptable interferencia del poder económico sobre el político.

3º. Definir con nitidez los componentes redistributivos que garanticen y afiancen un Estado de bienestar básico e irrenunciable. Es decir, fijar las prioridades de la distribución del gasto público que realmente contribuya a la igualdad, porque no todo gasto social transfiere del mismo modo renta a las clases bajas.

Ya te veo, bicho. Nada me extraña de tu cara y pose de circunstancias: desbravado, mansueto, flojo, aplatanado por tan acerba disertación.

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