Empieza el año con una noticia significativa, el gobierno español se compromete a equiparar los sueldos de la Policía Nacional y la Guardia Civil con el de los Mossos en Cataluña, para lo que se emplearán 1.500 millones en 3 años. Un primer razonamiento parece lógico: ¿por qué un policía o guardia civil, por trabajar en Madrid o Sevilla, ha de ganar bastante menos dinero mensual que otro policía que trabaja en Barcelona, Bilbao o Valencia y realiza una tarea parecida? Claro que en un segundo paso nos lleva a extender el planteamiento a otros sectores del funcionariado: ¿por qué una profesora o un enfermero gana bastante menos dinero mensual trabajando en Asturias o Murcia, que trabajando en Cataluña o País Vasco con un servicio social parecido? Se entenderían gratificaciones por características o méritos extra: la peligrosidad en el caso de un policía, o que el docente diera 20 horas de clase semanal en Asturias y 23 en Cataluña, pero parece ser cuestión que a unas regiones el Estado les cubre más gasto que a otras.
Otro criterio para valorar el gasto respecto a la sociedad del bienestar en desarrollo, además del asunto de la igualdad de oportunidades, debería ser el de la eficacia. Si la Generalitat de Catalunya tienen 70.000 millones de euros de deuda pública, sus bonos de financiación son considerados "bonos basura" en los mercados internacionales, y se los avala España, que no es algo abstracto ni un ente malvado, sino el conjunto de sus regiones con sus respectivas necesidades y prioridades, ¿es lógico que estemos así para que encima los usen en televisiones autonómicas que fomentan el odio a España? Sería argumento si se tapan agujeros de déficit para mejora de la población. Pero resulta que Madrid con superávit tiene una esperanza de vida de 85 años, por solo 81 en Andalucía, más endeudada, que gasta 1.100 euros en sanidad por persona y año, por 1.400 de la media española: ¿de dónde salen los agujeros de gasto autonómico entonces? La recuperación económica no debe consistir en que cada autonomía gaste a capricho.
Este 2018 trae también varios aniversarios. En el plano europeo los cincuenta años del "Mayo del 68 francés", son sus lemas "Seamos realistas, pidamos lo imposible" o "Debajo de los adoquines está la playa", que se han revelado en perspectiva, además de anti-occidentales, absurdos; y de la "Primavera de Praga", libertad ahogada por tanques soviéticos, contraste tras el colapso de la URSS brezneviana: el fracaso de la dictadura comunista que trajo a Europa oriental autoritarismo y estancamiento. En nuestro ámbito más próximo, 1.300 años de la coronación de Pelayo como primer rey astur, el centenario de la Virgen de Covadonga, la creación del Parque Nacional de los Picos de Europa, y el 80.º aniversario de la competición en el Descenso del Sella y del Grupo Covadonga en Gijón. En Cataluña se pasan por exceso dando la tabarra, en Asturias por defecto, escaso interés por investigar o celebrar lo de los de Pelayo -y de hecho el origen histórico de Asturias, en trance de convertirse en poco más que un geriátrico.
