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Coses míes

Memoria de un paseo dominical por una zona de Gijón donde uno se encuentra habitualmente a un montón de amigos y conocidos

Los domingos y fiestas de guardar, que yo no guardo pues atesoro indulgencias plenarias para regalar, me tomo la licencia de desayunar de cuchillo y tenedor, en realidad tomo un pinchu y renuncio al, para mí, mejor café de la city, el de Bariloche. Den pa atrás, por cierto, en el tiempo y comprobarán que la citada cafetería, en los otrora Almacenes Martiyuso, coexistió con la mítica potarrería de Casa Marcelo.

Bien, el pasado domingo lujurioso, calentín y con cielo azul entreverao, fui de paseo por el Muelle y llegué hasta el parque Isabel La Católica y luego volví al Museo Barjola y entré en el Antiguo Instituto. Vi a surfistas, a perros en el arenal junto a tres partidinos de los clásicos (cuatro, solo cuatro, jugaben descalzos, como lo hacíamos antaño con la dea en libertad) y coño dado que tomo Seguril, no me hubiese importado ser mascota. Llegué a los cuidados baños del estanque apurau, paré a la vuelta en la droguería a miccionar y volví a hacerlo, coses de la edad, en el Barjola.

Todo esti rollu viene a cuento de que por el camino encontré a gente conocida, entre muchas caras ignotas, como Guillermo Quirós, Mari la guisandera de Casa Fede, una hija de Negrete, Paco García mi dire de La Nueva España, Carlinos Meana, que venía del Grupo de nadar y de rumiar la inexplicable perdida de Daniel Peribáñez. Acordeme de cuando un día, a la altura del puente El Piles, donde les avellaneres, me topé con Dioni Viña y Ramón El Colorau y ambos empezaron a abrazame, coñones como eren, y dijéronme: "Fonso, yes el primer conocidu que pasa". En fin, como diz Miguel Mingotes: "coses mies".

Gijon ye incomparable.

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