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Carta al amigo ausente

El desafío que nos invade

Por un cambio de derroteros en la evolución económica y social de este país

Me propuse hace tiempo no formar parte dialéctica en este desmadre separatista de España, para lo que entendí que no debía participar en lo más mínimo en esa aventura, pues poca influencia positiva iba a aportar al desenlace. Si todos hubiésemos ejercitado este derecho del silencio, seguro que quienes buscaban protagonismo con ello ya hubiesen abandonado su provocación. Ese y no otro es el motivo de haberme permitido la licencia de no contestar a tus sucesivas preguntas sobre Cataluña y quiero que lo entiendas, pues me duele mucho. Ya conoces mi criterio de que prefiero la brisa que mueve la pluma de la paz que el ciclón que con su fortaleza conduce la espada de la guerra.

Sin embargo, a pesar de todo lo que está sucediendo, estimo que en esta nuestra España es el momento de avanzar, de aunar esfuerzos por salvar situaciones cada vez más complicadas, centrándonos en tratar de conseguir el bienestar de las personas, que en definitiva es parte de la expectativa del logro de la felicidad, aunque sepamos que la total ni existe ni hay perspectivas inmediatas de alcanzarla, pero al menos intentarlo.

Claro que unas premisas previas para tratar el bienestar personal no viene de más considerarlas para recorrer el deslumbrante camino que tenemos delante. ¿Es el poder para aplastar el que lo facilita? ¿Cómo valoramos a los demás? ¿Qué valores metemos en la mochila para la andadura diaria? ¿Dónde fijamos el punto de partida? ¿Con qué criterios?

Cada día aparecen más agentes que tenemos que tener en cuenta y valorar en nuestro día a día: rupturas con el pasado, deslumbramientos cegadores, intentos de sentirse más ligero de equipaje para cada aventura, renegar de ataduras morales y éticas, proyectos en avanzar sin un rumbo definido, y otros. Todo ello, en un entorno que incita a vivir intensamente, sin una preparación previa, puede inducirnos sin darnos cuenta a convertir esta andadura en un circo, con el agravante de agilizar la marcha para estar disponible y llegar al próximo espectáculo circense que se nos presente. Dice al respecto Vandana Shiva que "nuestro mayor desafío actual es realmente la lucha contra la estupidez".

Es momento de pararse a pensar y tomar decisiones, especialmente cuando se tienen responsabilidades a distintos niveles, en cuanto a lo que nuestros actos pueden ser determinantes en esta sociedad, deseosa de corregir la desequilibrada repartición de recursos del planeta, aplicando el refrán castellano : "Un grano de trigo, aunque no hace granero, ayuda al compañero". Pues bien. La evolución social necesariamente tiene que tomar otros derroteros que los expresamente productivos de riqueza en el trabajo, llevando hacia una mejor distribución de la misma. Por lo quienes rigen nuestros destinos deberán asumir y apoyar el contagio social para lograrlo. Es hora de que los salarios y beneficios consecuencia del trabajo individual y de la empresa,se traduzcan en sueldos justos, en la base de que no serán más justos cuanto más altos sean, sino cuanto más se relacionen con el esfuerzo y la aportación al valor que con ello se añade a la unidad de producción.

Es hora de cambiar y mucho la sociedad en la que vivimos, cuyo esfuerzo común debiera ser más práctico hacia el logro de esa felicidad deseada del individuo, la cual en parte se descubre en el propio trabajo, en la idea de que cuando uno se dedica con todas sus fuerzas a la consecución de un objetivo todo acaba por resolverse bien, en contraposición a que el fracaso llega cuando aflora la pereza y especialmente la autocomplacencia.

Querido amigo, si dejásemos a un lado las minucias macroeconómicas que los mandamases de esta nación, y por supuesto en otras también, se esfuerzan en conseguir a base de distorsiones de la propia realidad, con la única preocupación de mirarse el ombligo; y por el contrario se aunase el esfuerzo por el reparto del bien común, y no por amontonar para sí el común de los bienes, entonces podríamos decir que nuestra sociedad avanza, porque los mediocres dejarán de existir como tales, y su influencia por lo tanto ya no irá en la mala dirección.

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